«Queremos identificar y manipular las neuronas responsables de la ansiedad»

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

REINO UNIDO

El químico gallego Mateo Sánchez en el laboratorio del Imperial College de Londres
El químico gallego Mateo Sánchez en el laboratorio del Imperial College de Londres

El investigador gallego Mateo Sánchez aplica la química a la neurociencia en el Imperial College de Londres

02 ago 2021 . Actualizado a las 11:12 h.

A sus 35 años, Mateo Sánchez (Ferrol, 1985) no puede tener una carrera más prometedora en el ámbito de la química. Da buena cuenta de ello el premio que le ha concedido recientemente la Plataforma Tecnológica y de Innovación de Química Sostenible de España en la categoría de mejor artículo científico del año 2020 por un trabajo que publicó en la revista Nature Methods. Su mérito ha sido trasladar un campo tan presente en la naturaleza como es la química a otra disciplina, la neurociencia. «Hice mi tesis sobre química orgánica, pero después decidí pasarme al ámbito de la ingeniería de proteínas y la biología molecular», explica. Para dar ese salto se trasladó al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), donde todo científico sueña con ir. «Allí me encontré con recursos ilimitados y también gente con mucha pasión, dedicación y curiosidad», reconoce.

Tras dos años en el MIT, el trabajo de Mateo empezaba a tener suficiente potencial como para trasladarse desde la costa este a la oeste de Estados Unidos, a la Universidad de Stanford, para incorporarse al departamento de genética. «Empecé a desarrollar herramientas moleculares que permiten identificar y manipular neuronas activas asociadas a determinados comportamientos», apunta.

El año pasado volvió a hacer las maletas. Esta vez por un motivo que trasciende al ámbito de la ciencia: el amor. Mateo quería estar lo más cerca posible de Galicia, a donde espera volver cuando se presente una buena oportunidad. Consiguió una beca Marie Curie para seguir con su investigación en el Imperial College de Londres en el grupo de bioingeniería.

El objeto de estudio de Mateo es el cerebro humano. Un órgano que define como «más complejo que el propio Universo». Su trabajo consiste en tratar de elaborar mapas neuronales. «Estos mapas sirven para identificar y marcar las neuronas activas en el cerebro asociadas a un comportamiento determinado como, por ejemplo, el miedo y la ansiedad», destaca.

Información neuronal

Uno de los grandes retos que tiene la ciencia por delante en este siglo pasa precisamente por comprender como nuestra máquina cerebral procesa y almacena información a nivel neuronal cada vez que se somete a un estímulo. «Tradicionalmente la neurociencia ha estado trabajando en áreas cerebrales, como el córtex. El desafío reside identificar las neuronas que se activan cuando experimentamos una sensación concreta como la ansiedad. Lo que sabemos es que las neuronas forman unas redes que dan esa respuesta específica. Dar con ellas es muy difícil y tampoco existe una metodología que permita manipular esas redes para crear memorias artificiales», subraya.

Si la ciencia fuese capaz de manipular las redes neuronales, algo en lo que está trabajando Mateo, cuando la ansiedad aparece se podría combatir por medio de un estímulo lumínico. Y lo mismo con otros muchos estímulos, como el hambre.

La ansiedad y la depresión están provocando grandes epidemias por todo el mundo. Para Mateo es un síntoma de que los seres humanos todavía se están adaptando al mundo moderno. «La mente no deja de ser una reacción química que responde a los cambios que se producen en las sociedades. No sé si somos más felices que en el pasado, pero parece claro que estamos más estresados y esto afecta a nuestra mente», sostiene.

Eso sí, Mateo garantiza que su línea de investigación dará la batalla contra con estas enfermedades mentales. «Puede ser que tengamos neuronas que estén interpretando de manera errónea la realidad. Queremos identificarlas y después manipularlas».

Para que la ciencia pueda llegar a controlar las neuronas a su antojo queda mucho, pero las herramientas moleculares que ha creado el investigador gallego ya están dado resultados muy esperanzadores. «Ahora mismo ya hemos podido disminuir en un 50 % las convulsiones en modelos de ratón que experimentan epilepsia por medio de la irradiación de luz, un procedimiento muy poco invasivo que no daña al resto de neuronas que no intervienen en ese proceso», concluye.