Charlie Uzal, exjugador de baloncesto: «Benditas las guarderías»

REINO UNIDO

Galés de nacimiento, llegó a jugar en la ACB en un Tau repleto de estrellas

18 ago 2021 . Actualizado a las 18:50 h.

Su historia es la de un niño muy alto nacido en Gales que llegó a jugar en la ACB. No hay otro compatriota suyo que lo haya conseguido. Cincuenta años después, su tiempo lo reparte entre el Básquet Coruña y sus dos gemelos. La suya es una página más en la colección «Hijos de la emigración». Pero el acento de Charlie Uzal (Newport, 1971) es de Montealto.

—Galés, pero más coruñés que María Pita.

—Sí, la típica historia de gente gallega que emigra fuera. Sin hablar inglés, nada. Allí se fueron 14 años hasta que nací yo.

—No le dio tiempo a coger el acento.

—No. Siempre les dije que ojalá hubiesen estado un poco más. Que malo hubiese sido que no me llamasen para jugar en la selección británica, porque el nivel era muy bajo. Seguramente hubiese tenido la oportunidad.

—¿No podían llamarle igualmente?

—No porque cuando fiché en Vitoria jugábamos Liga europea y tuve que firmar un papel conforme renunciaba a la nacionalidad británica. De aquella no había ley Bosman, entonces tuve que firmar un papel allí.

—¿Y se arrepintió?

—Bueno, a día de hoy no. Tampoco me planteo para nada ir para allí. Tengo mi vida en A Coruña.

—Lo digo por no haber sido internacional.

—Claro, cuando era joven y jugaba todo el mundo me decía que podía ir con la selección británica. Como Javi Román, que jugó conmigo y estuvo en el Breogán, que le llamaron para la selección venezolana porque nació en Caracas. Un caso como el mío. Tampoco es que yo fuera Michael Jordan, pero el nivel británico en los ochenta y los noventa... Ya note digo con Gales, que al 99 % hubiese ido. ¿Cuántos jugadores galeses conoce?

—¿Fue siempre un chaval alto?

—Sí, desde pequeño. No pegué nunca el estirón. Siempre destaqué sobre los demás.

—Eso marca una infancia.

—Siempre lo pienso cuando veo a chavales pequeños altos. Me identifico con ellos. Es complicado. Todo el mundo se fija en ti y depende de en qué ambiente te muevas puedes encontrar gente que se meta contigo. En clase o dependiendo de los compañeros que tengas puedes pasarlo mal. Yo recuerdo tener problemas, porque era raro que fuese alto. Siempre te trae problemas.

—Cuando se destaca, siempre hay alguien que te va a molestar.

—Ya cuando tienes una edad, no. Pero los niños a veces pueden ser crueles. No es que sean malos, pero no se dan cuenta del daño que hacen a veces. Que qué alto eres, que qué pie usas. Alguna vez a mí me pasó algo, pero nunca tuve problema porque siempre he sido un tío echado para adelante. No tengo ningún trauma de eso.

—Santiago, Salamanca, Ferrol, Villanueva de la Serena, Verín, Gijón, A Coruña, Vitoria, San Sebastián, Ribadavia, Marín, Chantada. Ha estado en muchos sitios.

—Sí.

—Llama la atención de lo de Villanueva de la Serena, resulta un sitio extraño en la lista.

—Fue una cuestión de agentes. Estaba jugando en Santiago y me salió esa posibilidad. Iba para ser el pívot suplente y acabé de titular. Mi polivalencia, el poder tirar de fuera y ser rápido, gustó al entrenador. Ese año coincidí allí con Porfirio Fisac, que era el base y ahora es entrenador en ACB.

—Villanueva de la Serena es famosa por Calderón.

—Es gracioso. Mira quién es Calderón. Para mí es un ídolo, porque sé cómo trabajó, un pedazo de profesional. Tiene lo que se merece. Recuerdo que cuando yo jugaba en Villanueva coincidí con él. Él estaba en Alicante y casi no jugaba porque era júnior. Vino a saludarme porque le llamaba la atención porque, al ser de Villanueva, él sabía quien jugaba en el pueblo. Y vino a saludarme. Hoy, lo veo yo y tendría que ser el que le pidiese un autógrafo.

—En Chantada acabó entrenando. Y después se tiró catorce años más jugando.

—Eso tiene trampa. Yo tenía el título oficial de entrenador. El técnico que teníamos era argentino y no le aceptaron la convalidación. Hacía falta un entrenador y me pusieron a mí. Pero realmente yo era el hombre de paja. Él dirigía salvo que alguna vez el árbitro le dijese algo cuando se levantaba. Entonces daba yo las órdenes que él me decía.

—En A Coruña casi se amotina la afición cuando se anunció que dejaba el primer equipo.

—Sí. La gente pensó que Sergio no quería contar conmigo o que era un problema personal. La realidad es que fui yo por un tema de agobio. Mis dos hijos me llenan el 100 % del día porque no es fácil tratar con dos gemelos de tres años. El que conoce el mundo del baloncesto sabe que esto es trabajar, trabajar y trabajar. Acabas el partido y te tienes que ir a casa a analizar el postpartido, el scouting, si juegas entre semana ya es una locura... Quise ser honesto. Decirles que no iba a poder estar al 100 %. Se montó un proyecto muy importante y el club merecía a alguien que pudiese estar volcado. Yo no me veía capacitado, por cansancio y porque no tenía horas reales en el día. Trabajamos mucho por la noche en casa. Lo dije y lo comprendieron muy bien. Ahora colaboro y me he vuelto a enganchar. No tengo la importancia que tenía antes, tecnifico con jugadores y ayudo en lo que puedo. Doy mi opinión, ayudo. No abusan de mí y entreno en categorías base. Y estoy muy contento.

—Lo de los gemelos fue una canasta con tiro adicional.

—La verdad que sí. Me ha cambiado la vida. No tengo vida, estoy 100 % con ellos. El único momento que tengo de relax es cuando están en la guardería. Benditas las guarderías.

—¿Le gustaría que jugasen al baloncesto?

—Yo no les he insistido. Tienen canasta en casa porque a mi cuñado le gusta mucho el básquet. Hay uno que es un loco y que creo que va a querer jugar. Quiere entrenar con la pelota, cenar con la pelota y está todo el día con la pelota. El otro, ni fútbol ni baloncesto, solo quiere dibujar. Ahora mismo es así, luego igual cambian. Yo no voy a forzar. Sí quiero que hagan deportes, no uno, sino varios, que estudien y que hagan lo que quieran hacer.

—Hablando de niñas. No paran de verse camisetas de la NBA por ahí, pero de la ACB muy pocas.

—Sí, la gente está muy identificado con el tema de la NBA y yo creo que parte es por el colorido y los logotipos de las camisetas. Son quizás más bonitas, yo creo que es por eso. No lo sé. Y por el tirón que tiene la Liga. Tengo amigos que trasnochan para ver partidos y luego los llamo yo para decirles que nos están jugando el ascenso en los play-off y miran el resultado, pero no vienen. Ojalá tuviésemos la fórmula.

—Los pívots, usted trabaja con ellos, ¿son cada vez más físicos y menos inteligentes en la pintura?

—Lo que noto es que ahora todos tienen la tendencia de abrirse a tirar. Jugadores de poste bajo, de moverse debajo de canasta, ahora mismo poco hay. Ahora todos son especialistas en rebotear, correr, bloquear bien y, sobre todo, tirar de fuera. El baloncesto evoluciona, pero para un equipo es fundamental tener un pívot que juegue bien al poste bajo. Y si aún encima pasa... El ejemplo es Breogán con Larsen. Cuando el Breo tenía problemas el balón iba a Larsen debajo del aro y si no era canasta, era falta.

—Usted ya se abría para tirar en los noventa.

—Sí. Jugadores como yo o como José Ramón Esmorís, que jugó muchos años en la ACB, éramos una especie de híbridos. Teníamos altura para jugar de aleros pero éramos más ala-pívots. Pero sí, una de las cosas en las que destacaba yo y lo que me hizo jugar al nivel que jugué, era el tiro. Me lo curré mucho porque yo venía de jugar al balonmano y me costó mucho.

—¿Es el único galés que ha llegado a la ACB?

—Creo que sí. No lo sé.

—En el histórico de la ACB sale que usted anotó solo un punto en Liga. Eso sí, contra el Madrid.

—Yo fiche por el TAU un jueves y debuté el sábado contra el Madrid. Y ganamos en el Raimundo Saporta. Tampoco tuve muchas oportunidades. No era fácil. A veces los entrenadores, inconscientemente, somos injustos. En ese momento el entrenador era Julio Lamas, que luego fue al Madrid y entrenó a la selección Argentina. Yo entiendo que ganando de 20 puntos, cualquier jugador puede jugar. Pero no nos ponía. Ni a mí, que eso da igual, pero al Chapu Nocioni... Vale que era jovencito, pero sus condiciones con 18 años eran brutales. Baskonia lo había fichado por algo. Pues ganábamos de 20 y estaba todo el pabellón «Chapu, Chapu», y nada. Después entrenando me decía que era la de dios, que lo diese todo, pero es complicado. Si no has jugado, hay cosas que no entiendes. Salvo que las líes parda en los entrenamientos no me explico que no te pongan a jugar ganando de 20. Me parece mal. Yo eso nunca lo haría.

—Y luego a aquel Tau llegó Oberto.

—Llegó cuando llegué yo. El tío había dejado el baloncesto por una depresión porque le había ido mal jugando en Grecia. Estaba para entrar en la NBA y no lo cogieron y eso le afectó mucho. Julio Lamas, como era argentino y lo conocía, lo llamó y lo trajo. Fue cuando empezó a repuntar y después se fue a la NBA, fue campeón con los Spurs, etc. Un tío brutal. Recuerdo estar con él en el vestuario y ponerse a llorar diciendo que era culpa de él. Gente que vive el baloncesto.

—Y también estaba Garbajosa, otro que se ha colocado bien.

—Sí. Claro, es que me dices, metiste solo un punto y jugaste estos minutos. Vale, pero es que delante tenía a Fabricio Oberto, Garbajosa en el año que despuntó, Juanan Morales, Sherron Mills. Tenía por delante a la de dios. Era muy complicado. Todo esto me llegó tarde y a lo mejor me hubiese ido mejor no fichar por un equipo tan importante. Salto de ascender a LEB al Sondeos, pasan cosas y me viene a fichar un equipo casi de NBA, hecho para quedar campeón. Llego de estar en A Coruña con 400 personas en la Polideportiva a 6.000 o 7.000 personas y el impacto es brutal. Estaba un poco perdido, me preguntaba si se habían equivocado. Entrené como un cabrón, pero no pude jugar apenas.

En corto

—Un recuerdo.

—Con el Obradoiro, en el play-off de ascenso ante 5.000 personas en Murcia. Esteban Pérez era un argentino que jugaba con pasaporte español falsificado. Tuve que salir del pabellón a llamar por teléfono a nuestro abogado para comunicarle que no jugaba, que le habían puesto una escayola. Nosotros sabíamos del fraude y habíamos presentado una denuncia.

—Un jugador.

—Luis Scola.

—Un entrenador.

—Antonio Pérez.

—Un compañero.

—Me pones en un compromiso.

—Pues dos.

—José Ramón Esmorís y José Luis Ferreira.

—Una canasta que no olvida.

—Jugando contra el Canoe, que en aquella época era el filial del Madrid, un americano que jugaba conmigo, Deron Washington. Todo el mundo iba a hacerle falta. Quisieron sacarle una en ataque en una contra. Le puso la rodilla en la cara y le plantó un matazo. Tengo esa imagen grabada.

—¿Tiene colección de camisetas?

—No, las fui regalando todas.

—Del 1 al 10, el baloncesto es...

—Un 9,5.

—¿Qué es un 10?

—Mi familia.