«Ahora tengo ansiedad por ir a Galicia»

Rita A. Tudela LONDRES

REINO UNIDO

Un año después del incendio, Dorinda Suárez sigue sin acercarse a la torre Grenfell

04 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dorinda Suárez, de Malpica, perdió todo en el incendio de la torre Grenfell en el oeste de Londres hace ya casi un año. Fue «una noche negra» que no consigue olvidar y reconoce que el trauma continúa. Dorinda vive ahora en un piso en el que la han reubicado permanentemente junto a su marido, José Costa, de Carballo, y su hijo, Iván Costa, e intenta llevar una vida lo más normal posible: «Me siento bien, pero algo dentro de mí está triste», confiesa.

El próximo 14 de junio se cumplen doce meses de aquella noche fatal en la que perdieron la vida 72 de sus vecinos. «Ahora llega el aniversario y todo el mundo te llama y cuesta recordarlo todo, te vienes abajo», comenta Dorinda a La Voz de Galicia. Ella vivía en la planta 13 y no le gustaba tener que coger el ascensor cada día. Se acostumbró tras 21 años y tres meses en aquel piso y nunca pensó que iba a tener que mudarse. Menos aun que se iba a ver forzada por las inesperadas circunstancias.

El incendio empezó alrededor de la una de la madrugada de aquella fatídica noche. Ya estaban acostados y un vecino les avisó: «Hay fuego, hay fuego». Mojó un par de toallas, cogió el móvil, un vestido y se fue escaleras abajo junto a su marido. «Llamé a la puerta de otras casas por donde bajábamos. El que me abrió, me abrió, pero yo ya no podía quedarme más ahí porque me dan mucho pánico estas situaciones. Mi marido estaba más tranquilo, pero yo no», recuerda Dorinda. No había humo en un primer momento. Minutos antes los bomberos habían sido avisados y estaban poniendo las mangueras por la planta cuarta cuando ellos bajaban.

Dorinda explica que todo cambió en apenas veinte minutos, cuando ya estaban fuera del edificio. Las llamas alcanzaron el revestimiento de la fachada, puesto en una reforma reciente y que resultó fatídico para su propagación. Una investigación destapó que se escogió la versión menos resistente al fuego, en concreto uno que tenía núcleo de polietileno y que era altamente inflamable. El resultado, el conocido ya por todos. Llamas espectaculares, residentes atrapados en muchos de los 120 apartamentos, especialmente en las plantas más altas, y cientos de bomberos intentando controlarlo sin éxito.

«La policía nos echó fuera y puso un amplio cordón, ya que empezaron a caer cosas. Hubo una invasión de bomberos, de ambulancias y de policía a nuestro alrededor», reconoce Dorinda. A los pocos minutos llegó también su hijo, que esa noche estaba durmiendo en casa de la novia. Con ellos estaba también otro matrimonio gallego que vivía una planta más arriba, Carmen Sánchez, de Sada, y José Vieiro, de Lorbé.

Puerta por puerta

Esta semana, durante la celebración de las vistas en las que se recuerda a las víctimas del incendio, muchas familias acusaron a los bomberos de recomendar a sus seres queridos no salir de la torre y permanecer en sus casas. «Yo creo que ellos pensaron que el fuego no iba a llegar a tales dimensiones, pero culparlos jamás», señala Dorinda. Le gusta creer que si unos bomberos se hubiesen ido arriba y otros al centro de la torre llamando puerta por puerta, quizás todos sus vecinos se hubiesen salvado, pero «si no lo hicieron así, habría una razón para ello. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos», puntualiza.

Ya en la calle, se resguardaron junto a un gimnasio que hay frente a la torre. Intentaron llamar a unos amigos que viven en la calle de al lado, pero ni Tony Rey (originario de Noia), ni su mujer Pilar (de Ordes), escucharon la primera llamada. A los pocos minutos se despertaron por el oído de las sirenas y acogieron a los dos matrimonios. «Tengo miedo de cualquier cosa y fobias a los ascensores y a los sitios cerrados», explica. No ha querido volver a la zona de la torre, prefiere no pasar por allí y no recordarlo. Hace unos meses les enseñaron un vídeo de los restos del interior del edificio. Lo vio con su hijo, pero su marido no quiso. Lo perdieron todo, pero Dorinda consiguió recuperar unos preciados pendientes de su madre. «Ahora tengo mucha morriña de ir a Galicia desde que pasó esto, nunca tuve esta ansiedad y ganas locas de ir», reconoce, pero a ella y su marido aún le quedan unos años para retirarse.