«Corrín porque cando escoito disparos teño a ben ir cubrirme»

a. andrade / m. cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

OCEANÍA

Gallego Australia H

Gallegos residentes en Sídney relatan la jornada de pánico que vivieron

16 dic 2014 . Actualizado a las 07:08 h.

Iago Prado Cortizo, un realizador coruñés de 25 años, se llevó el susto de su vida mientras intentaba conseguir imágenes del café Lindt Chocolat en Martin Place. El tiroteo que puso fin al secuestro le pilló por sorpresa y sembró el pánico entre todos los reporteros y cámaras que se hallaban apostados en Castelreagh Street.

«Alí estabamos dúas ducias de persoas, tal vez máis -relata Iago-. De repente escoitamos a alguén gritando; parecía que algún intentara escapar. Non sei moi ben qué foi o que pasou, a verdade. Foron uns dez segundos de tensión que remataron en silencio tras oír un disparo».

Después del impacto transcurrieron cinco minutos y entonces volvieron a silbar las balas. «Xa non foron un nin dous, foi un tiroteo. Viamos ao lonxe as luces e sentiamos ese ruído enxordecedor. Non sei qué fixo miña compañeira Ana, pero eu corrín porque, chámame tolo, pero cando escoito disparos teño a ben ir cubrirme».

Al final, la curiosidad profesional pudo más que el momento de pánico y, pasado un minuto desde que cesaron los tiros, regresó a Castelreagh Street, «que é onde estaba o cordón policial». Allí se reencontró con Marta, reportera a la que también se le había ido el color del rostro: «Pregunteille se estaba ben, dixo que si. Tiña que gravar un vídeo de proba para ver se podía facer o directo, pero entre o que tremía ela e o que tremía eu era imposible».

En estado de alerta

El estado de alerta se mantuvo todavía un rato. Vieron salir de la cafetería dos camillas con otras tantas personas, «non sei en qué estado nin se eran secuestradores, policías ou civís», aclara el realizador gallego, para quien «o cansazo de toda a xornada non era nada en comparación coa curiosidade e o querer saber qué estaba a acontecer». Con todo, no se quedó mucho más en la zona.

Acababa de presenciar un tiroteo. «Comprendín entón o perigoso que era e que ben podía velo en casa por streaming», reflexionó, y allá se fue con el ánimo de poner punto final a una jornada demoledora. Pero la batería del móvil le jugó otra mala pasada cuando dejó de dar señales de vida: «Era hora de tranquilizar á familia, pero o último tuit que puxen foi ?TIROTEO?, e xusto despois quedei sen batería. Tamén xa é mala sorte e unha desgraza para telos preocupados», lamenta.

Otros gallegos vivieron también en primera persona las consecuencias de esta crisis de rehenes. Berta García Castro tuvo que pasar dos horas encerrada en la escuela en la que estudia inglés en Sídney. «Cuando empezó a saberse lo que sucedía, yo estaba en clase -relata con los nervios todavía a flor de piel-. Primero entró el director, que le pasó una nota al profesor, y este nos dijo enseguida que no podíamos salir de la escuela. Estuve dentro un par de horas, hasta que me dejaron marchar porque iba en dirección contraria a Martin Place».