Una cambadesa guiando turistas en el Ártico: «Me aburrí de ver auroras boreales»

Bea Costa
Bea Costa CAMBADOS

EUROPA

Alicia Romero Prado pasó de trabajar en un hotel en Vietnam a hacerlo en un barco a 25 grados bajo cero

07 feb 2022 . Actualizado a las 20:28 h.

«Cambados es mi sitio favorito en el mundo, pero hay mucho que ver como para quedarse aquí». Esta afirmación es más que una declaración de intenciones, es una filosofía de vida que Alicia Romero Prado, con solo 28 años, ya hace tiempo ha hecho suya. Sus estudios de Gestión y Dirección de Empresas Hoteleras permiten adivinar su espíritu aventurero, aunque no todos sus compañeros de promoción acumulan un currículo viajero como el de ella.

Las prácticas y el trabajo fin de carrera la llevaron a Benidorm, Cádiz y México. De América enseguida dio el salto al sudeste asiático para trabajar en un hotel de Vietnam durante cinco años, y allí seguiría, probablemente, de no haber irrumpido la pandemia; el covid dio un hachazo a la industria turística y Alicia cogió un avión en julio del 2021 y volvió a casa, a Cambados. A raíz de un curso le llegó una oferta para trabajar en expediciones polares, y no lo dudó; el 16 de noviembre cogió un barco en Dover (Inglaterra) y puso rumbo a Cabo Norte.

Alicia nunca había viajado a estas latitudes y la experiencia, personal y laboral, ha colmado sobradamente sus expectativas. No es fácil lidiar con 25 grados bajo cero, pero todo se sobrelleva «con buena actitud y muchas capas», cuenta cargada de positividad. Acaba de pasar dos meses y medio embarcada y ya está deseando volver a navegar por aquellos mares gélidos, donde la crudeza del clima se compensa con la belleza de los paisajes. Es inevitable preguntarle por las famosas auroras boreales. «Me aburrí de verlas, un día vi una espectacular con un verde que ocupaba varios kilómetros», cuenta entusiasmada.

Alicia no está haciendo turismo, pero este trabajo le ofrece unas oportunidades de conocer mundo que ya quisieran muchos viajeros. Su compañía tiene siete barcos en ruta y su ilusión es poder rotar entre ellos y poder visitar, también, la Antártida, las islas Galápagos, Alaska y Punta Arenas en la Patagonia chilena.

Entre tanto, su destino inmediato vuelve a estar en el Ártico en calidad de coordinadora de expediciones. Sobre sus hombros recae la responsabilidad de que nada falle en el circuito de dos semanas que lleva a un grupo de privilegiados hasta el Cabo Norte, entre los que abundan las personas de avanzada edad y de alto poder adquisitivo. «Yo digo que son unos valientes porque es un viaje duro y te encuentras con gente de ochenta años». Su función es velar porque el programa se cumpla al dedillo, pero el clima es allí un gran condicionante, de modo que en su trabajo hay mucho de improvisación. En su corta experiencia ya tuvo que recurrir al plan B en más de una ocasión por temporales y avisos de avalancha y sustituir las excursiones contratadas por una salida en kayak o un paseo por la montaña. Los 5.000 ó 6.000 euros que cuesta este viaje por persona exigen un nivel de excelencia alto, y Alicia está haciendo un máster en la materia.

Martina Miser

Por aquella latitudes sobra salmón y falta la luz del sol y, por supuesto, esta cambadesa echa de menos a su familia y a sus amigos. Hace una semana estuvo en casa y por unas horas volvió a ser Sissi —así la llaman en su entorno más próximo—, pero enseguida se fue al aeropuerto para coger un avión, en este caso para irse de vacaciones a Malta. «Soy de las que digo que hay que invertir en experiencias, no en cosas materiales». A ella experiencias le sobran, y más que están por llegar.