Ramón López, arquitecto: «Hay feísmo en todos los países, pero nosotros lo tenemos arraigado»

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA SARRIA / LA VOZ

EUROPA

El sarriano Ramón López actualmente reside en París, donde trabaja en un estudio de arquitectura
El sarriano Ramón López actualmente reside en París, donde trabaja en un estudio de arquitectura

El sarriano ganó el premio COAG a Mejor Proyecto Fin de Carrera y desarrolla en Europa su carrera, centrada en integrar grandes edificios en las ciudades

09 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La trayectoria del arquitecto sarriano Ramón López está empezando, pero a sus 27 años ya recibió varios galardones, entre ellos el premio a Mejor Proyecto Fin de Carrera del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG), concedido hace unas semanas. El trabajo galardonado consistió en transformar el edificio Stadtlagerhaus, un complejo industrial situado en la ciudad alemana de Regensburg, en un Centro Cultural y de Industrias Creativas. Esta construcción resume dos ideas clave para el arquitecto: su deseo de trabajar en el extranjero y su interés por integrar grandes edificios en las ciudades.

—¿Siempre le interesó la arquitectura extranjera?

—Sí, tuve claro que al acabar la carrera quería irme fuera a trabajar y vivir por lo menos una experiencia en otro país. Pero el grado lo estudié en la Universidad de A Coruña, donde desde el ámbito académico fueron surgiendo oportunidades para ir haciendo cosas fuera. Estuve en Rumanía, un par de veces en Alemania y en China. Aunque fueron proyectos esporádicos. Además, me busqué una beca con la que estuve trabajando seis meses en Mánchester.

—Por eso realizó su proyecto sobre Alemania.

—Sí, había varias opciones pero esta era la más interesante, ya que viajabas a la ciudad alemana e incluía un taller internacional con escuelas alemanas, francesas y armenias. Además me llamó la atención porque me gusta la rehabilitación industrial.

—¿Qué es el edificio Stadtlargerhaus?

—Está en el casco histórico de la ciudad de Regensburg, que es Patrimonio de la Humanidad, y además tiene un importante impacto industrial. Es uno de los edificios más relevantes. Era un almacén de grano y ahora lo vuelve a ser, sufrió muchas modificaciones y hasta estuvo en manos de los nazis.

—¿En qué consistió el proyecto?

—En una rehabilitación para crear dentro un centro cultural y utilizarlo para regenerar la zona de la ciudad en la que se ubica. Todo ello manteniendo la estética industrial porque es importante para el entorno.

—¿Cómo fue el proceso?

—Cuando llegamos allí lo que llama la atención es que el edificio tiene unas dimensiones enormes. Además, la estructura por dentro es bastante espectacular porque tiene que soportar unos pesos muy grandes. Saber aprovechar un espacio tan grande fue lo más complejo, pero a la vez es muy interesante.

—Convertirlo en centro cultural es un cambio muy radical.

—Claro, las construcciones industriales suelen tener unos tamaños enormes con los que no cuentan inmuebles de otro tipo. Por eso mi propuesta se encaminaba a vaciar el edificio y, por otra parte, también incide en el paisaje. Cuando se crearon este tipo de edificios estaban a las afueras pero ahora se están quedando dentro de las ciudades y nos encontramos con espacios que son una pasada y hay que adaptarlos para que puedan interactuar con la gente.

—¿Qué tiene que aportar la arquitectura a la transformación de las ciudades?

—A raíz del proyecto, conseguí un trabajo en un estudio de París en el que trabajo actualmente porque encaja con la manera de pensar. Es un tipo de firma centrada en intervenciones urbanas y en cómo crear espacios públicos alrededor. Desde la arquitectura se decide la accesibilidad de las zonas y los espacios comunes, lo que puede contribuir a hacer ciudades más abiertas y para los peatones, que es lo que se está persiguiendo. Al final lo que construimos acaba formando parte del espacio que vamos a ocupar todos.

—¿Qué diferencias ve entre la arquitectura europea y la gallega?

—La arquitectura española y gallega es de mucha calidad pero se plantea diferente. La gallega se parece más a la portuguesa porque está más relacionada con el entorno. Para mí la mayor diferencia es que en Europa el trabajo está mucho más dividido y en España el arquitecto se hace cargo de muchas cosas.

—¿También hay feísmo en Europa?

—Lo puedes encontrar en todos los países, cada uno con sus medidas de emergencia y con lo típico de cada sitio, pero en Galicia lo tenemos muy arraigado. Hace falta iniciativa que lo solucione pero no es una situación diferente a la del resto de Europa.