«La palabra domingo aquí no existe»

mar gil OURENSE / LA VOZ

EUROPA

El informático ourensano Álvaro Limia Rodríguez vive en Sofía donde da soporte a usuarios en Latinoamérica de un juego gratuito de ordenador

11 feb 2019 . Actualizado a las 13:07 h.

Después de varios meses de búsqueda infructuosa de trabajo, el informático ourensano Álvaro Limia Rodríguez decidió, a unos meses de cumplir 27 años, probar suerte en un universo tan aparentemente distante como el búlgaro.

La amistad y la fortuna fueron determinantes: «La decisión llegó en abril de 2016, cuando me surgió esta oportunidad gracias a la inestimable ayuda de un amigo aunque, sin duda, la suerte tuvo muchísimo que ver». Se fue de Galicia con un grado superior de Administración de redes y sistemas informáticos y un máster en programación de aplicaciones para dispositivos móviles. En Sofía, la capital de Bulgaria, encontró hueco en una empresa dando soporte a usuarios en Latinoamérica de un juego gratuito de ordenador: «El término real para mi profesión sería agente de soporte, pero en mi posición actual creo que técnico sería lo más apropiado».

El buen ambiente entre compañeros y la flexibilidad horaria hacen que, pese a las dificultades, que las hay, Álvaro siga contento en Sofía: «En mi trabajo tengo la enorme suerte de contar con una gran cantidad de españoles, unos 30, entre los que se encuentran bastantes gallegos, aunque soy el único de Ourense».

  «La verdad -abunda- es que no tengo ningún problema con mi ritmo de vida actual; cuento con flexibilidad, tanto en horario como en los días trabajados. ¡El concepto de lunes a viernes es algo que ha desaparecido para mí desde que estoy aquí! Gracias a eso puedo organizarme como más me beneficia para hacer planes con los amigos o para que coincida librar el día en el que hay un evento al que quiero asistir». En esa línea se enmarca una de las caras positivas que más valora Álvaro de su nueva ciudad: «Lo que más me gusta de Sofía es que no importa el día que salgas: siempre está todo abierto. La palabra domingo aquí no existe, hasta los bancos abren, lo cual facilita mucho para hacer recados o gestiones».

Puestos a valorar, se traslada al polo opuesto sin demasiadas dudas: «Lo que más detesto es la organización de los servicios públicos de la ciudad; me explico: cuando nieva, exceptuando las calles turísticas y carreteras principales, no se limpia la nieve y, cuando se convierte en hielo, es un juego de malabarismo. Además de eso, las manadas de perros salvajes son una realidad aquí, llegando a encontrarte con, literalmente, un grupo de 15 perros, que pueden ser tanto dóciles como agresivos, lo cual es un problema».

La importancia de viajar

Camino de los tres años en Sofía, Álvaro Limia Rodríguez siente la ambivalencia del expatriado: «Me siento emigrante y privilegiado, la verdad. Privilegiado porque no todos cuentan con la oportunidad que yo tuve y la suerte, además, de tener tan buenos compañeros, pero también me siento un emigrante; cada día, la diferencia de idioma me lo recuerda. A pesar de que me defiendo en búlgaro, no tengo nivel para mantener una conversación; puedo entender más o menos bien y comunicarme de una manera básica, pero para situaciones de comunicación compleja como, por ejemplo, en el médico, se vuelve bastante complicado. ¡Suerte tenemos de la época en la que estamos, que con el móvil puedes traducir de una manera rápida!»

   Con la mirada más allá de Bulgaria, Álvaro Limia Rodríguez admite que no le importaría «seguir viajando unos años más explorando otros países, pero mi objetivo siempre es volver, de no poder ser a Galicia, a una ciudad española».