Una viguesa en Carolina del Norte

Olga Suárez Chamorro
olga suárez VIGO / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

La maestra lleva dos años dando clase en un centro de Siler City, un pueblo pequeñito cuya población es mayormente hispana y de bajo poder adquisitivo

16 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Trabajo en una escuela rural bilingüe pública con un alumnado de muy bajos recursos y nunca me he sentido más realizada (…). Echo de menos Galicia pero allí no veía un futuro posible». Judit Dorado es viguesa y vive desde hace dos años en Carolina del Norte, en una ciudad llamada Carrboro, aunque su aventura americana empezó bastante antes, primero en el 2006, cuando trabajó como lectora en una pequeña universidad en Portland (Oregón); y después, en el 2012, para hacer un máster de literatura hispana en la Universidad de Kansas. Antes, había trabajado en Irlanda y en Nueva Zelanda, por lo que sabe bien lo que es estar fuera de casa; de la casa que la vio nacer, porque desde hace dos años, su hogar está en el sur de Estados Unidos: «Hace un año me casé con un americano al que conocí en el 2006, así que definitivamente me quedo aquí, me siento acogida y bienvenida».

Y también se siente realizada con el trabajo que hace. Si hubiera que buscar un punto clave, Judit lo encuentra en ese máster que hizo en Kansas y donde encontró una forma de enseñanza muy diferente a la que ella había conocido en España: «No digo que la educación sea mejor o peor, simplemente el acercamiento a la materia era muy diferente desde mi punto de vista» con profesores que, en lugar de dar clases magistrales, servían de guías para que fueran los alumnos quienes llevaran las riendas de las clases.

Con una licenciatura en España y el máster en EE.UU., volvió a España y terminó magisterio mientras trabajaba en un colegio de Vigo. Pero ya con la mente puesta de nuevo en el continente americano. Tras una entrevista por Skype, le ofrecieron un contrato para trabajar en una escuela en Siler City, a 40 kilómetros de la ciudad en la que ahora reside: «Hay una curva de aprendizaje muy grande, el sistema es completamente distinto, la manera de dar la clase, el papeleo, los cursillos... Pero hoy en día no cambiaría absolutamente nada».

Judit reconoce con tristeza la mala reputación que tienen en España los profesionales de la enseñanza, es crítica con el sistema de oposiciones y, sobre todo, con la falta de reciclaje y nula posibilidad de ascenso de los profesores y maestros. «La idea de que no te puedas mover de trabajo porque es tan difícil encontrar uno me parecía aterradora y ahora más que lo podía comparar con otra cosa». Explica que en Estados Unidos no hay distinción para ejercer de profesor en la privada y en la pública; en ambos casos hay que tener una carrera universitaria y pasar los exámenes de la licencia de maestro que, con los años, se deben que mantener con cursos de formación.

Desde hace dos años imparte clases en esta pequeña escuela con mayoría de familias hispanas. El trabajo es gratificante, pero muy duro, sobre todo teniendo en cuenta la difícil situación que viven las familias inmigrantes con Donald Trump como presidente. «Hay padres en prisión, familias divididas porque algunos no han podido entrar en el país». Judit cuenta que la escuela y la comunidad les ayudan, «los niños con menos recursos se llevan los viernes una bolsa con comida no perecedera a casa, eso les ayuda a comer durante el fin de semana porque entre semana el desayuno y el almuerzo son gratis en la escuela». Recuerda especialmente los días antes de las elecciones, «hubo familias enteras que lloraron y al día siguiente tenía a niños aterrorizados y extremadamente nerviosos». Y desde entonces, nota más que el racismo, «que estaba un poquito en la sombra, ahora está libre completamente».

Pese a lo negativo, Judit asegura que la solidaridad ha salido a la luz, «la lucha por los derechos de los inmigrantes y la crítica por el racismo está más visible». Y responde claramente a la pregunta sobre si volvería a Galicia: «¡Volveré cuando me jubile!». Su situación ahora ha cambiado, porque está casada con un estadounidense que, por cierto, quedó enamorado de Galicia estas Navidades: «Si fuera por él, nos mudábamos ahora mismo».