La gallega que reinventó Fuerteventura

ESPAÑA EMIGRACIÓN

La pintora coruñesa Greta Chicheri, retratada por Julia Puranen, con dos de sus obras recientes: «Volcán» (162 x 130 cm) y «Desde las palmeras VIII» (162 x 130 com)
La pintora coruñesa Greta Chicheri, retratada por Julia Puranen, con dos de sus obras recientes: «Volcán» (162 x 130 cm) y «Desde las palmeras VIII» (162 x 130 com)

Las dos madres de Greta. Galicia vio nacer a esta pintora coruñesa y Canarias despertó el volcán de su pintura. Lleva 15 años «aislada», en el 2021 expuso en Madrid y no perdona los veranos en Cangas, donde de niña se enamoró del mar

09 feb 2022 . Actualizado a las 11:15 h.

Siempre fue una enamorada del mar, un pez de niña, feliz de «estar en el agua hasta que los labios se ponen morados y la piel arrugada». Ese amor precoz por el mar la llevó con la ola del tiempo a una isla afortunada para zambullirse en él todo el año, como empezó haciéndolo solo durante el verano en Galicia. Greta Chicheri (A Coruña, 1982) vive dentro del verano, pero no olvida esos días azules de la infancia que encendieron su pasión por el mar, el momento en que julio rompía la monotonía de su rutina colegial en A Coruña para subirla a un coche con destino a la casa familiar de Cangas

El Atlántico aún es el mar de Greta, pero desde el 2005, año en que se mudó a Fuerteventura, se deja abrazar por él de otra manera, más artística y cálida. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Europea de Madrid, Greta hereda la mano de una bisabuela artista que educó a sus hijos para amar el arte y despreciar el dinero. «Siempre me gustó el mar. Y siempre quise vivir en un sitio cálido, no tropical, porque estoy en el desierto, pero sí en un sitio donde pudiera tener buen tiempo y disfrutar del mar todo el año», cuenta esta artista plástica que ha encontrado en las formas del paisaje canario (en los volcanes, las palmeras, los plataneros y las casas bajas) un lenguaje único para dar forma a su paisaje interior.

Hace ya más de 15 años que llegó, «un poco de rebote», a la isla que vio nacer a sus dos niños, en la que hizo su hogar esta gran aficionada al surf. «Me enamoré de Fuerteventura poco a poco», confiesa. Cuando llegó, su hermana, la fotógrafa Raquel Chicheri, ya vivía allí. «Yo vine al acabar la Universidad, un poco de vacaciones... y me quedé».

Foi chegar e encher. Nada más llegar, su deseo fue uno, pintar. «El shock fue muy fuerte al llegar a un lugar tan diferente. Hasta que llegué a la isla, no tenía un estilo. Fuerteventura me inspiró», asegura.

Detalle de dos de los cuadros de la artista: la casa familiar de Cangas, que pintó a la vuelta de un verano gallego, y paisaje con piscina en Fuerteventura, creado durante el confinamiento del 2020.
Detalle de dos de los cuadros de la artista: la casa familiar de Cangas, que pintó a la vuelta de un verano gallego, y paisaje con piscina en Fuerteventura, creado durante el confinamiento del 2020. Greta Chicheri

LOS VERANOS EN CANGAS

Sus comienzos en la isla fueron algo «hippies». «Vivíamos varios amigos en una casa, con poco dinero. Yo trabajaba los fines de semana de camarera, tenía mucho tiempo libre y vivía en una casa desde la que se veía la isla de Lobos. Ahí empezó todo, empecé a pintar. Lobos fue mi primera fuente de inspiración», recuerda. La pintura inundó su día a día desde entonces. «Y dejó de ser un deseo para convertirse en una necesidad vital».

De la exuberancia del campo gallego de sus veranos en Cangas do Morrazo, Greta se transformó en otro paisaje. «Aparte de la aridez, aquí las sombras son muy latentes. Son sombras que no ves en Galicia. Y luego el horizonte... Aquí siempre ves el horizonte recto, no es como en Galicia. Aquí el horizonte era la línea perfecta, que se convirtió en una constante en mi pintura», afirma la pintora.

Sus primeros paisajes eran «muy sobre el mar, lo horizontal del mar y las casitas aisladas de la isla, y luego empezaron las montañas y los volcanes». Su última muestra, El mar invisible, continuación de la obra que expuso en Madrid hace unos meses, estará hasta el 25 de mayo en el Meliá Fuerteventura. «El mar está ahí, sigue ahí, pero no se ve en los cuadros», advierte.

Sus paisajes son de una exuberancia minimalista, si se admite el oxímoron. La suya es una pintura de la memoria que siente que la define: «Mis cuadros siempre mostraron un paisaje interior, pero antes era más a través del mar y ahora es más a través del interior de la isla».

Ella tiene dos madres, la que le dio la vida, Galicia, y la que le dio la inspiración, Canarias. «Pero te inspira más tu madre creativa...», le digo. «Creo que fue por el shock de descubrir un paisaje tan cambiante», responde. «Pero ahora, cuando voy los veranos a Galicia, me impresiona mucho. La veo con unos ojos nuevos, ¡como cuando Gauguin llegó a Tahití!... Cuando voy en agosto a Galicia, siento la necesidad de pintar. No sale mucho de un mes de vacaciones... Pero en septiembre siempre sale un cuadro gallego, de la Retirosa, la finca de la familia de mi madre en Cangas».

En esa casa del tesoro del tiempo, rodeada de bosque, creció la felicidad de la Greta niña, un lugar al que sigue yendo ahora con sus hijos: «Es un paisaje muy evocador, el paisaje de mi niñez», que no se agota.

En marzo del año pasado, Chicheri expuso en la madrileña Galería Utopia Parkway y esta primavera expondrá en la Galería Manuel Ojeda, de Las Palmas, en la que será su primera muestra individual. Con el tiempo, su pintura se ha ido depurando, haciendo más geométrica, más lineal, más despojada de detalles y de azules. Para muchos, tiene vínculos con pintores de la escuela canaria Luján Pérez, a los que ella no conocía. Curioso.

La pandemia le sentó bien, la dejó pintar feliz, a su ritmo, tranquila. «Cuando decretaron el estado de alarma y no se podía salir, me hice el taller en casa, en el que era un cuarto de juego de mis niños. Fue un parón que pude aprovechar para pintar. Para mí, fue una bendición: poder estar con mis hijos, dar un paseo cada día con mis perros, tener tiempo para estar pintando». Del confinamiento salieron grandes cuadros a los que tiene «especial cariño». Pintó, entre otras cosas, una Piscina en tiempos de pandemia. «Un lugar sin nadie. Para disfrutarla en soledad», dice.

Con la maternidad no secó los pinceles. «Seguí yendo a pintar con mi hijo a cuestas. Intenté rascar el tiempo que pude para pintar con mis hijos. Cuando ellos no me necesiten tanto, todavía pintaré más...», manifiesta.

Con Greta Chicheri, descubrimos por primera vez o con ojos nuevos La Palma, La Rosa del Taro o el Charco de Guelde. En Galicia, dice, no le hemos hecho mucho caso. Estamos nas verzas...