La gallega que está en la élite de la fotografía de moda

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Raquel Chicheri, fotografiada para este reportaje por su hijo León. A la derecha, uno de los trabajos de la fotógrafa para la firma coruñesa The Campamento.
Raquel Chicheri, fotografiada para este reportaje por su hijo León. A la derecha, uno de los trabajos de la fotógrafa para la firma coruñesa The Campamento. Raquel Chicheri

RAQUEL CHICHERI DIO UN GIRO A LOS 40 Y TRIUNFÓ, con tres hijos, en el arte de la imagen. Su hija, Catalina, es su gran musa. Es coruñesa, vive en Fuerteventura y el día que la llamó Ducati pensó que «era una broma de una amiga». Este es un pedazo de su historia

12 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A la coruñesa Raquel Chicheri, que dejó su ciudad a los 20 años para irse a Portugal, Madrid y finalmente Fuerteventura, donde hoy vive, le cuesta retratarse y hacerse una tarjeta de presentación. Ha triunfado sin venderse. Decir que está entre las mejores retratistas del mundo le parece «exagerar» porque, explica, no tiene los premios que podrían respaldar tal consideración. Sin embargo, premios tiene, y sus retratos más personales, los que ha hecho de su hija Catalina -que da nombre a todo un mundo-, capturan ese misterio amarillo y azulado de los días de la infancia. Además, en su currículo como fotógrafa de moda figuran marcas como Ducati, Vogue, Vans, Zara, Vanity Fair Italia, Abercrombie & Fitch, Springfield, Golden Goose, Belmond, Die Zeit, Bobo Choses y Boboli.

La fotografía se prendó de Raquel desde que era muy pequeña. «Siempre me gustó ver fotos. Mi padre tenía en casa un montón de libros de fotografía con los que yo me entretenía. Eran libros con fotografías periodísticas, de reporteros gráficos, con premios mundiales de fotografía. Imágenes que puedes pensar que son más para un ojo adulto que para uno infantil, pero a mí ya me gustaba todo esto», relata la artista.

La suya era una pasión de tiempo libre, que se crece en lo pequeño. Ella nunca se dedicó a hacer fotos. «Solo de vez en cuando, como todo el mundo, revelaba algunos carretes, de forma esporádica», cuenta. Un poco más adelante empezó a hacer fotos para publicarlas en revistas de windsurf, porque su novio se dedicaba a este deporte. «Y yo le hacía fotos en sus viajes». Viajaban juntos y ella hacía fotos, cuando todavía no había nacido siquiera la fotografía digital.

Se metió de lleno con la cámara tras haber cumplido los 40, cuando sus hijos pequeños tenían unos «cuatro o cinco años». «Ahí fue cuando sentí la necesidad de retratar -explica-. De retratar la misteriosa vida de los niños».

El giro fue una pirueta estelar. Raquel se dedicada a algo totalmente diferente. Había estudiado Comercio Internacional y Diseño Gráfico. Y trabajó un tiempo de lo suyo en Fuerteventura. Pero, «como en la isla no había mucho trabajo de esto», llevaba al tiempo una empresa de redecoración de casas y alquiler temporal. «Cogía casas de amigos, las ponía bonitas y las alquilábamos por semanas», recuerda. Mientras, iba haciendo fotos de sus hijos, «no por dinero», sino llevada por esa fascinación y asombro que provoca día a día, minuto a minuto, el mundo de la infancia, la forma de ser y estar en el mundo que tienen los niños. «Yo solo quería documentar. Mi estilo era muy documental, muy blanco y negro, horizontal. Ahora he cambiado mucho al vertical al pasarme a hacer fotografía de moda, porque se ajusta más al formato de revista». Al principio su hobby se limitó a esas horas libres que va arañando una afición, y al blanco y negro como lenguaje esencial. Un día, comenzó a subir esas fotos a páginas especializadas, como 500px. «Era por tener un poco mi galería. Por tener mis fotos clasificadas, ordenadas, archivadas de forma cronológica», continúa Raquel. Empezó a sumar seguidores en esa página, en su galería personal abierta a la curiosidad en la Red.

Fotografías de Raquel Chicheri para la revista y libro de arte «Blumenhaus Magazine» y de su proyecto personal 
«El mundo de Catalina», inspirado por su hija.
Fotografías de Raquel Chicheri para la revista y libro de arte «Blumenhaus Magazine» y de su proyecto personal «El mundo de Catalina», inspirado por su hija. Raquel Chicheri

Fue el primer salto. «De repente me encontré con un montón de gente que me decía cosas como: ‘Qué bonito, qué bien lo documentas...». Del abrazo elogioso de otros aficionados, Raquel pasó a recibir peticiones de empresas interesadas en comprarle fotos que tenía hechas, para publicidad. De repente, un día la llamó Ducati. «Fue una auténtica sorpresa. En la isla ya hacía algunos retratos familiares por encargo, cosas que la gente me pedía, pero un poco de andar por casa», confiesa. La llamada de Ducati llegó en el 2015, cuando Raquel llevaba dos años de rodaje en web. La empresa le comunicó que acababa de sacar un nuevo modelo de moto, querían montar toda la campaña mundial y que ella hiciese todas las fotos. «Me quedé flipando. No había hecho nada de ese estilo. No tenía ninguna experiencia. Pensaba que era una broma de alguna amiga, pero no me atreví a mandarles a la mierda... Miré por Internet y me pareció serio. Así que nos fuimos cuatro o cinco días al desierto de Bardenas, en Aragón, a hacer la campaña», explica. Desde Italia, Ducati llevó hasta allí todos los modelos y se aceleró la carrera de Raquel. Poco después, recibió una llamada de una marca de Barcelona, Bobo Choses, para hacer una campaña de moda de niños. Ese fue el principio del color para Raquel, tras sus pinitos en blanco y negro. «A partir de ahí me empezaron a llamar marcas de ropa para niños». Y no guardó más la cámara. Entre sus marcas favoritas, está la coruñesa The Campamento. Descubrimiento.

Fotografía para la firma The Campamento, de A Coruña.
Fotografía para la firma The Campamento, de A Coruña. Raquel Chicheri

SIN RETOQUES

Hace dos años empezó a hacer también fotografías con la mujer como protagonista. «Y mucho analógico, que tiene más calidad que el digital», asegura. ¿Qué aporta? «Técnicamente, tienes más detalle en las luces y las sombras, que el digital no es capaz de captar. Tienes esto, y ese misterio de las fotos que no son tan perfectas, porque no puedes tirar tantísimas como en digital, pero, al final, eso es lo bonito. Tiene un punto de imperfección». De humanidad y belleza, el punto de lo auténtico. Ella asume el riesgo y evita el retoque, «que puede acabar estropeando la fotografía», por esa sensación de irrealidad, sin matices, que da lo virtual.

Hoy, Raquel está plenamente entregada a la fotografía. Vive de un oficio que le exige, pero también le aporta. Entre el 2013 y el 2016 se presentó a varios concursos en los que se llevó premio. Su vida ha ido cambiando, casi sin tiempo a documentar el cambio, pero su musa sigue siendo Catalina, su hija. La niña crece, pero no ha dejado de inspirarla. «Al principio les hacía foto a mis tres hijos, después solo a ella», revela.

Fuerteventura también la hechiza, quizá no tanto como Catalina. «Pero sí, aquí todo te invita a salir, a estar al aire libre, a hacer fotos... No me imagino vivir en una montaña con nieve. Aquí la gente vive mucho fuera y eso ayuda».

La pandemia allí, como aquí, lo paró «todo». Porque el virus no es una isla. «Yo temía por el trabajo, pero fue acabar la cuarentena y todo se reanudó con más intensidad que nunca, porque las marcas necesitaban presencia digital. Para mí, cada año ha sido un ascenso», asegura Raquel, que actualmente también hace fotografías para portadas de novela. Lo suyo son, sin duda, retratos de primera plana. Y además con valor literario... Lo saben los buenos lectores que están al día. Bret Anthony Johnston y Benedict Wells son algunos de los autores que llevan sus fotos de autora, con personalidad, en algunas de sus portadas.

No hay que leer entre líneas ni estar a la moda. Su arte salta a la vista y llena la mirada.