Manuel Moure: «Como buen gallego, soy muy cabezón y no pararé hasta que se haga justicia»

maría santalla REDACCIÓN / LA VOZ

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Manuel Moure y su mujer, Toñita, con un retrato de su hijo Manuel
Manuel Moure y su mujer, Toñita, con un retrato de su hijo Manuel Mauricio PeñaLa Nueva Crónica

Padre de uno de los últimos mineros muertos en España, espera el juicio por el accidente ocurrido en el 2013 en León, que cree que podría haberse evitado

09 may 2021 . Actualizado a las 12:40 h.

Los primeros dientes le salieron en Angrois, el lugar en el que nació, «donde descarriló el tren», a las puertas de Santiago. Los últimos le crecieron «en la mina», en Ciñera de Gordón (Pola de Gordón, León), adonde se trasladó con su familia cuando tenía solo tres años. De eso hace setenta. Manuel Moure no podía saber entonces que aquel paso era el inicio de una estirpe de mineros que llegaría hasta la tercera generación. Lo fue su padre, luego lo fue él, «35 años y cuatro meses en la mina», y después lo fue su hijo Manuel, que perdió la vida en el pozo Emilio del Valle en un accidente que en octubre del 2013 causó la muerte de seis mineros y dejó heridos a otros ocho.

Manuel Moure hijo tenía cuarenta años y estaba a pocos meses de decir adiós al carbón cuando aquel 28 de octubre una bolsa de grisú acabó con su vida y la de cinco compañeros en pocos segundos. Siete años y medio después, el inicio del juicio estaba previsto para principios de abril en el Juzgado de lo Penal 2 de León. En el banquillo se sentaba la cúpula de la Hullera Vasco Leonesa. Solo se celebró la primera sesión. Ese día, Manuel Moure vistió su camiseta negra con los nombres de los seis fallecidos escritos en blanco. Su mujer, Antonia, se puso otra estampada con una fotografía de su hijo. Junto a familiares de otras víctimas, esperaron a las puertas del juzgado la hora de la sesión. Con ellos, seis rosas rojas, una por cada víctima. El juicio fue suspendido para comprobar qué implicados tenían pólizas de seguros en el momento del accidente. Un mes después, todavía no hay fecha para su reanudación.

«Mi nieta tenía cuarenta días. Toda una vida sin su padre, ¿eso cuánto vale?»

«Ahora estamos en línea muerta -dice Manuel-, puede tardar dos meses, tres meses...». Y ahí sigue, «peleando, un año, otro año... Seis fallecidos no tienen importancia, una vida no es nada, seis vidas no son nada», se queja. «A mi hijo le quitaron 45 años, según la esperanza de vida que tenemos en España. Tenía 40, pues le quitaron 45. ¿Cuánto vale una vida? Mi nieta, que tenía cuarenta días. Toda una vida sin su padre, ¿eso cuánto vale?», se pregunta para criticar que la Fiscalía pida tres años y medio de pena para cada acusado cuando, a su entender, debería solicitar seis y medio: «Si pides la mitad antes de empezar el juicio, pues al final se quedará en nada».

Pero Manuel no se da por vencido. «Soy gallego, y como buen gallego soy muy cabezón, y por mucho poder que tenga esta empresa donde ha ocurrido el accidente, a mí doblegar no me va a doblegar. Vivo para que se haga justicia y no pararé», afirma. Sus armas son una camiseta, una pancarta y su coraje de padre. «Seguiremos peleando, peleando y peleando. Cada poco, cuando me parezca, me cojo la pancarta y me pongo delante de los juzgados y ya está».

«A mí no me pueden contar batallitas, los últimos dientes me salieron en la mina»

Y todavía un arma más, su experiencia en la mina: «Ese es el grano que les ha salido a ellos, porque a mí no me pueden contar batallitas. Lo he mamado, los últimos dientes me salieron en la mina, he pasado por todos los puestos, he tenido percances». Pero esto fue distinto: «Los percances que son riesgos de tu trabajo, de la mina, esos son riesgos que asumes. Pero esto no. Ya había habido problemas, pero nadie hizo caso».

Manuel reprocha la falta de previsión, pero hay otra actitud de los entonces responsables de la empresa, hoy cerrada, que le sigue golpeando el estómago: «¿Qué te parece esta empresa que todavía no nos ha dirigido ni una sola palabra, ni una sola llamada de teléfono para contarnos que ha ocurrido un accidente? ¿En qué clase de país estamos?». Aquel 28 de octubre, los rumores de un accidente en el pozo llegaron pronto al pueblo. Manuel Moure llamó a la empresa, pero nadie le contó nada. Así que subió a la mina. «Le dije a mi mujer, ‘‘vete a casa de tu hermana, que yo me subo al grupo’’. Subo y cuando me bajo del coche me da un compañero el pésame. Esas son todas las noticias de la empresa hasta la fecha. Ni una sola palabra». Las familias de las víctimas no quisieron que los representantes de la compañía estuviesen en los funerales. «Ahora ya no me importa, yo no quiero una sola palabra con ellos, pero es denigrante cómo te tratan, como si fueses basura».

Las fotos de su hijo fallecido en la mina son un recuerdo constante para Manuel Moure y su esposa Toñita
Las fotos de su hijo fallecido en la mina son un recuerdo constante para Manuel Moure y su esposa Toñita Mauricio Peña / La Nueva Crónica

A Manuel hijo le quedaban unos meses en la mina cuando ocurrió el accidente. «Por ser trabajador, por ser honrado», lamenta su padre. «Era feliz en su trabajo, feliz. Nos decía: ‘‘El día que no vaya contento a trabajar, no voy’’». Era, recuerda Moure, «bromista, deportista, buen compañero, se iba a Guatemala en sus vacaciones y todos los euros que tenía eran para llevarles a aquellos niños caramelos, bolígrafos, cuadernos, todo lo que podía. Ese era mi hijo».

«Ya no sé qué decirle a mi mujer, más que darle un beso y un abrazo»

Ese hijo al que Manuel y Toñita siguen llorando, ese hijo que fue uno de los últimos muertos de la mina en España. «Yo ya no sé qué decirle a mi mujer, más que darle un beso y un abrazo. Ya no te quedan cosas que decirle, ya no sabes, y le das un beso y un abrazo».

Manuel y Antonia siguen adelante por Manuel, por sus otros dos hijos, por sus nietos. A Galicia vienen poco. «Cuando va desapareciendo la familia, la relación ya se pierde un poco. Y ahora está uno con el problema...».

Juan Carlos Pérez, de As Nogais, el vigilante que supervisaba al grupo

Juan Carlos Pérez tenía 41 años y había nacido en el municipio lucense de As Nogais. Se fue a León con su madre cuando era un niño. Era el encargado del grupo que supervisaba a los mineros a los que sorprendió el grisú y perdió la vida con ellos en el pozo Emilio del Valle. Junto a Juan Carlos Pérez y a Manuel Moure murieron aquel mediodía, a casi 700 metros bajo tierra, Antonio Blanco, Orlando González, José Luis Arias y Roberto Álvarez. Los seis de Tabliza. Las víctimas del último gran accidente de la mina en España.