Muere por covid José Ramón Ónega, el embajador de Galicia en Madrid

La Voz REDACCIÓN

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José Ramón Ónega, en el 2006 en su casa de Pol
José Ramón Ónega, en el 2006 en su casa de Pol oscar cela

El político y escritor nacido en Pol en 1939, dirigía de la Casa de Galicia desde el 2009

07 feb 2021 . Actualizado a las 21:00 h.

Andaba preocupado en los últimos meses José Ramón Ónega López (Mosteiro, Pol, Lugo, 1939-Madrid, 2021) por cómo sobrellevar la pandemia. Personalmente, como todos, pero también por la actividad que le ocupaba desde el 2009, como representante institucional de la Xunta en Madrid y director la Casa de Galicia. Ahora sí se va a resentir, tras su fallecimiento este domingo víctima del coronavirus. «Hay que confiar que la vacuna que se anuncia como remedio tenga resultados positivos. En este sentido, creo que tienen mucho que decir y hacer los médicos gallegos, cuya eminencia y probada profesionalidad aportarán, sin duda, remedios y soluciones para mitigar esta tragedia mundial». Esta frase, pronunciada por José Ramón hace unas semanas en un homenaje realizado por la Asociación de Médicos Gallegos define hasta qué punto Galicia era la medida de todas las cosas para este lucense de Pol que regresaba cada verano a su casa familiar. 

El concello le reconoció en el 2002 como hijo predilecto junto a su hermano Fernando Ónega, articulista de La Voz, al que se adelantó como joven periodista contando lo que ocurría en su entorno más cercano. Sin embargo, la influencia de su padre, que había sido juez municipal, le llevó a Santiago a estudiar Derecho, donde inició una vida intensa a comienzos de los años 60 muy ligada a la prensa y la cultura desde el Sindicato Español Universitario (SEU).

La política se cruzó pronto en su camino, incluso cuando en 1964 fue operado de apendicitis por el doctor Fernández Albor, al que le faltaban tres lustros largos para ser el primer presidente de la Xunta. En esos años ya encarriló su vida hacia la función pública, ocupando distintos puestos como Técnico de Administración Civil de Estado, que le llevó desde el Ministerio del lnterior a ocupar el cargo de gobernador civil en provincias como Zamora o Vizcaya, en los años más duros del terrorismo, donde vivió de cerca la «muerte absurda de ciudadanos inocentes y policías heroicos».

En el tramo final de su carrera profesional pública ejerció como mediador entre el ministerio y los tribunales de Justicia o como director general de Política Interior, y fue presidente de la Comisión nacional contra la violencia deportiva y la Comisión Interministerial de asilo y refugio, cargos en los que siempre puso su humanidad por delante y una educación exquisita que le valieron la amistad y admiración de personas de todo signo político.

Escribió mucho sobre Pol, un lugar terapéutico para él y para su esposa, la catedrática de Física y Química María Esther Coladas Guzmán, con la que tuvo tres hijos, y sus pensamientos, reflexiones y trabajos quedaron reflejados en libros y colaboraciones de prensa que nunca abandonó. En el 2009 el Gobierno gallego lo buscó para ponerse al frente de la Casa de Galicia, la embajada oficiosa en la capital de España, el lugar que Manuel Fraga convirtió a principios de los 90 en un lugar de acogida amable y de puertas abiertas en el que supo imprimir su carácter y valores. El presidente Alberto Núñez Feijoo nunca corrigió su decisión: lo consideraba «o mellor embaixador de Galicia» en la capital de España, miembro de «esa ampla lexión de galegos que souberon galeguizar Madrid».