La dura resaca en Madrid tras la gran borrachera de nieve

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID | LA VOZ

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Rodrigo Jiménez | EFE

Gallegos residentes en la capital relatan a La Voz las complicaciones originadas por el temporal

11 ene 2021 . Actualizado a las 12:08 h.

Una gran nevada en las ciudades donde no acostumbra a nevar, como Madrid, tiene los mismos efectos que los de una gran borrachera en un cuerpo poco acostumbrado a beber. Las primeras horas fueron de júbilo. Batallas de bolas de nieve en las callejuelas de Malasaña, Conde Duque o en la céntrica Callao, hasta una conga con desconocidos en plena Puerta del Sol con banda sonora de Alaska y Dinarama, un A quién le importa lo que yo haga que desde hace años ejerce de himno oficioso de la ciudad. Por no hablar de los millones de fotos que los capitalinos dispararon para decirle al mundo que nevaba, que nevaba mucho, y que se sentían muy afortunados por ello. Inmediatamente llegaron las alucinaciones, con gente desplazándose por la Castellana subida a un trineo tirado por una manada de huskies, incluso un esquiador propulsado por una gran hélice a su espalda por el Madrid de los Austrias. 

Pero tras la exaltación de la mistad y las alucinaciones llega la resaca, y ese es el punto en el que se encuentra Madrid este lunes en el que toca volver al trabajo. El hielo que se ha generado tras la copiosa nevada no lo está poniendo nada fácil. El alcalde de la ciudad, José Luis Martínez Almeida, informó este lunes que los servicios de emergencia habían atendido ya a medio centenar de personas por caídas. 

A Diego M. y a sus amigos les sorprendió el temporal en una casa rural en La Hiruela, en plena sierra. Completar los menos de cien kilómetros que existen hasta su domicilio en el barrio de Tetuán se convirtieron en una odisea. Sobre todo los diez últimos. «Ayer despejaron la salida del pueblo, que estaba aislado. Pasamos el puerto de montaña hasta la A-1 sin problemas. La autovía estaba perfecta y sin apenas coches. Pero al llegar a la altura de Las Tablas (zona residencial al norte), empezamos a ver autobuses interurbanos abandonados en los arcenes cubiertos de nieve», relata a La Voz. «Había un par de carriles transitables, pero a tan solo 500 metros de llegar a casa tuve que poner las cadenas al coche, pero no pude entrar en el garaje por la acumulación de nieve. Tuve que coger una pala y hacer un pequeño hueco en la nieve para dejarlo aparcado en la calle». 

María Pérez
María Pérez

María Pérez, matrona de Vigo de 34 años que trabaja en un hospital al sur de la ciudad, acaba de finalizar un turno de 24 horas. «Como mi hospital tiene metro, para llegar, más o menos bien. El problema es la gente que no tenía un metro cerca. Empezamos a organizarnos ente las matronas para doblar turnos. Normalmente hacemos turnos de doce, y desde la nevada estamos haciendo de 24. Acabo de salir desde el domingo, que entré por la mañana», cuenta a La Voz. María dice que hay varias compañeras que «han hecho kilómetros caminando con la ayuda de bastones para llegar a un metro y poder llegar al trabajo. Hubo varios partos en casas y coches. A nosotras nos han llegado madres traídas al hospital por policía, vehículos 4x4 particulares colaborando, militares y hasta el camión de la basura».

El que no ha podido salir de casa fue el farmacéutico Guillermo Cabezas, santiagués de 36 años. A la nevada y al coronavirus hay que añadirle una operación a la que fue sometido la pasada semana. «Estoy con muletas, no puedo salir a la calle. Desde la ventana veo los árboles caídos por el peso de la nieve», afirma. Guillermo, que lleva varios meses teletrabajando, lamenta que lo único que pudo disfrutar de la nieve fue, además de contemplar su «belleza», moldear unos muñequitos a pequeña escala con la nieve acumulada en el balcón».