Otero Cao, una vida dedicada al comercio, el progreso de su tierra y el periodismo

MARTÍN FERNÁNDEZ

CUBA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Su formación en Cuba lo acercó a la cultura, a la historia, a la comunicación

25 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando llegó a Cuba en 1905, Vicente Otero Cao tenía 15 años y era casi analfabeto. Trabajó de dependiente y comenzó a estudiar por las noches en la Academia Comercial y el Centro Gallego. Al poco tiempo, ya colaboraba en la prensa emigrante y fue así como descubrió la importancia de asociarse y “lo útil que era la instrucción para lo futuro”. Regresó a Galicia en 1921 y ya nunca salió de aquel mundo que, con tanto esfuerzo, levantara: el comercio, la prensa, la historia, la lucha por un país mejor. Toda su vida giró en torno a eso. Fue secretario de Izquierda Republicana y pagó por ello tras la guerra. Resultó decisivo para consolidar y propagar la asociación Vivero y su Comarca y a su presidente y fundador, Justo Taladrid Catá. Y, cuando murió en 1972, había publicado cuatro libros y era corresponsal de La Voz de Galicia en Vilalba...

Había nacido en 1890 en Maciñeira, parroquia de Burgo (Muras). Asistió a la escuela del maestro Fernando de Castro pero él mismo confesó años después que “yo he sido uno de tantos que pasamos la niñez en la ignorancia más lamentable (…), yo creía que la instrucción no era necesaria para pasar la amarga vida en aquellos pueblos rurales; y todo esto sucedía porque estaba falto de quien me diera consejos, me iluminara el pensamiento, me dijera lo útil que era la instrucción para lo futuro”.

Su formación en Cuba lo acercó a la cultura, a la historia, a la comunicación. Y eligió ser periodista. La propia práctica del oficio le imponía adquirir una base cultural y el mismo ambiente laboral se encargaba de fomentarla. Así que convirtió la lectura en un medio de trabajo pero también en una adicción. Trabajó en comercios de La Habana y Matanzas y colaboró en El Diario Español, La Antorcha Gallega, Galicia Sueva, La Alborada, Vivero en Cuba (que llegó a dirigir) y Pro Galicia. Y fue corresponsal de El Heraldo de Vivero, El Eco Murense y El Progreso Murés.

Cuatro libros

A medida que estudiaba, fue consciente de la importancia y la trascendencia de la vida societaria de los gallegos en Cuba. Él mismo cofundó y fue directivo de Vivero y su Comarca y secretario de propaganda del Centro Gallego y de la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega. Tras regresar a Galicia ?ya casado con su comparroquiana Josefa Bouza Bellas en 1917- se instaló en Vilalba, abrió un comercio y fundó en 1923 la Unión Comercial Vilalbesa de la que fue secretario muchos años. Nunca abandonó el periodismo. Y al final de su vida, el niño que marchara semianalfabeto a Cuba dejó cientos de páginas en periódicos y revistas y cuatro libros básicos de historia local: Apuntes históricos de la comarca de Muras (1953); Pazos señoriales, castillos y fortalezas de la jurisdicción (1958); Historia de Villalba (1963); y Páginas del deporte vilalbés de 1925 a 1966.

Concejal y artífice de la sociedad civil de Vilalba y corresponsal de La Voz hasta 1972

En Vilalba, Otero Cao abrió un comercio y fue tejiendo una incipiente sociedad civil a través de entidades en las que él mismo ocupó cargos directivos: la Unión Comercial Vilalbesa, el Casino, el Centro Artesano, el Racing Club y la Unión Ciudadana Anticaciquil. Pero nada lo apartó de lo que fue su pasión y su vocación, el periodismo, y en 1932 fundó el quincenal Faro Vilalbés.

Su intensa vida social lo llevó a ser nombrado concejal en la dictadura de Primo de Rivera. Luego, en 1930, se integró en la Organización Regionalista Gallega (ORGA), en la 2ª República en el Partido Republicano Gallego y en 1934 fue elegido secretario de la Izquierda Republicana local. Tras el Golpe de Estado de Franco fue arrestado en Lugo de agosto a diciembre de 1936 y durante la posguerra sobrevivió con su comercio y como corresponsal de La Voz de Galicia hasta su muerte en 1972.

Otero Cao mantuvo vínculos con Muras y colaboró en su progreso desde la gestión, como presidente del comité de Vivero y su Comarca, de la escuela de Cartelle, hasta “conseguir” el nombramiento de cartero municipal para su pariente Vicente Hermida Soto a través de su vieja relación con el diputado y “conseguidor”, Soto Reguera. Su nexo con Viveiro fue a través de la sociedad emigrante, de Taladrid y de la prensa local.

A lo largo de su vida, el murense recibió elogios de personas como Riguera Montero, el escritor y canónigo mindoniense Gerardo Fanego, el periodista y presidente de la Junta de Educación de Cuba, Joaquín N. Aramburu, la escritora Carmiña Prieto Rouco, el que fuera presidente de la Real Academia Galega, Manuel Casás, o el propio Soto Reguera.

martinfvizoso@gmail.com

Vivero en Cuba y Taladrid, 67 escuelas y posibilismo político

Otero Cao creía en el poder de la educación para la redención y el progreso de Galicia. Y por eso se entregó a la causa de Vivero y su Comarca y a la de su presidente y fundador, Justo Taladrid Catá. A veces, escribió con pasión hiperbólica: “su benemérita e incomparable labor”, “excepcional hombre”, “incansable benefactor y filántropo de Viveiro”, “paladín de la lucha contra el analfabetismo”, “vanguardia”, “apóstol de la cultura patria”, “santo”… Pero sus artículos son imprescindibles para conocer a un hombre y una entidad que, según él, creó 67 escuelas y construyó 30 edificios.

Como redactor de Vivero en Cuba propagó la obra educativa de unos centros que no abrazaron ni modernos postulados pedagógicos ni la vieja enseñanza confesional. Tuvieron una posición ecléctica, centrista, similar a su orientación política. Vivero y su Comarca, Taladrid y él mismo se vincularon a la facción liberal dinástica del diputado por Viveiro, José Soto Reguera, bien alejado de radicalismos. Ramos Riguera, directivo de Merille (Ourol) próximo a Taladrid, definió así a Otero Cao: “No profesa idea política alguna, comprendió que nuestros males parten del tronco, no de las ramas (…) y se burla de los que creen que la regeneración de Galicia se logra pidiendo suprimir curas, iglesias, caciques, etc. Al contrario que esos charlatanes, Otero cree que depende de la descentralización administrativa, rompiendo el control usurpador de Madrid, y de la obligación de los padres de dar escuela a sus hijos hasta los 14 años y no explotarlos en las faenas del trabajo”.

Otero Cao fue, pues, un posibilista. Y aún así, cuando militó en Izquierda Republicana, pagó con cárcel. En 1967, desde cierta amargura y desencanto, escribió en su Autobiografía: “He cumplido con mi deber de ciudadano, luchando por la cultura y el progreso de mi tierra. Recibí algunos parabienes pero también mucho daño en la vida: he gustado del amargor de la insidia y de la persecución. A todos perdono, pues también perdonó el Divino Maestro”.