Un criado de Alfoz y tres hacendados de Ribadeo y Mondoñedo en Cuba

La Voz

CUBA

El alfocense Antonio Vega Piñeiro, natural de Lagoa, también fue propietario

25 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los gallegos no cruzaron el Atlántico para llegar a Cuba y dedicarse a unas tareas agrícolas de las que rehuían y a las que se habían dedicado gran parte de su vida en sus lugares de procedencia.

En muchos casos, llegaban reclamados por familiares o paisanos para trabajar en comercios, servicios o pequeñas industrias de villas y ciudades que les suponían un cierto ascenso y mejora económico-social.

A tareas propiamente campesinas se dedicaron los menos y con desigual fortuna. Unos, como Antonio Vega Piñeiro, de Lagoa (Alfoz), fueron criados y pequeños propietarios, y otros, pocos, grandes rentistas y terratenientes como José Mª Villalonga de Vilameá (A Pontenova), Pedro Murias (Ribadeo) o Lorenzo Soto (Mondoñedo).

Lo que sí fue habitual entre los gallegos de Cuba fue el trabajo temporal en la zafra y el corte de caña de azúcar en los cañaverales. Posibilitaba conseguir un dinero rápido y extra que, al final de una campaña, tras regresar a La Habana, permitía abrir un pequeño comercio o negocio.

La vida en el campo era dura, como estudiaron Naranjo Orovio o José Antonio Vidal. Los temporeros se alojaban en bohíos -cabañas de guano, caña y suelo de tierra-, trabajaban doce horas y a veces eran retribuidos con vales que se canjeaban por víveres y artículos hasta que la Lei Arteaga de 1909 puso fin a esa práctica y se pasó a cobrar en función de las arrobas de caña cortada…

Como los emigrantes tenían limitado el acceso a la tierra -era de grandes compañías norteamericanas y de latifundistas hispano-cubanos-, a finales del siglo XIX se estableció un régimen de colonos que provocó abusos y casos de esclavitud, como sucedió con las ocho expediciones con 2.000 gallegos que en 1854 organizó el militar y diputado a Cortes por Ourense, Urbano Feijoo.

Reclutaban también en España

En otros casos, eran las compañías azucareras cubanas las que reclutaban, a través de campañas, campesinos en España. Estos recibían una parcela, la trabajaban por su cuenta y, al final de la zafra, el ingenio se quedaba con el 60% del producto.

Así iniciaron muchos gallegos y canarios su carrera en el agro cubano, trabajando por sí o para otros, casi siempre en el azúcar o en el tabaco.

Antonio Vega Piñeiro fue uno de ellos. Nació en 1880 en Lagoa (Alfoz), hijo de Manuel y Josefa. Llegó a Cuba en 1895 a bordo del vapor Le Navarre. Según Monge Muley, se casó en 1929 con la cubana Teresa Menéndez Guzmán y se nacionalizó en 1935. Comenzó de criado en Pinar del Río como cortador de madera, carretero y peón agrícola para colonos de las firmas americanas Armour y Cía, Sunday and Company o la Cía Arenera de Regla. Después, se liberó y trabajó por cuenta propia en la finca Los Pozos, de San Cristóbal, cultivando frutos y ganado. Una vez casado accedió a la propiedad de algunas fincas rústicas del lugar.

Fue habitual el trabajo temporal en los cañaverales

Gallegos y canarios iniciaron su carrera en el agro cubano

Campañas de prensa para que los emigrantes trabajaran en fincas de terratenientes gallegos

A comienzos del siglo pasado, las colonias de caña y los grandes ingenios de Cuba no contaban con suficiente mano de obra para recoger la zafra. Por eso sus dueños se sirvieron de asociaciones y prensa emigrante para influir y lograr que los gallegos dejaran sus trabajos en el comercio y se enrolasen en labores agrícolas en las «vastas fincas» de los gallegos triunfadores.

La revista Galicia, que dirigía J. B. Cerdeira, propulsó en 1903 una campaña en ese sentido. Y entre los hacendados que citaba como empleadores figuraban Pedro Murias, con plantaciones de tabaco en Pinar del Río; Manuel Blanco Ramos, de Ortigueira (A Coruña), esclavista, propietario del Palacio Blanco de Cienfuegos -que hoy forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la ciudad- y dueño del ingenio azucarero Santa Rosalía en el que trabajaban 150 esclavos; y Enrique Pascual.

Pero, además de ellos, otros potentados gallegos acogieron a paisanos en sus fincas para trabajar «en faenas del campo, por hallarse ya avezados en ellas». Fueron, entre otros, Lorenzo Soto Fernández, de Mondoñedo, que tenía negocios agrícolas y ganaderos en Bayamo, capital de la provincia de Granma, de la que fue alcalde en 1866. Este mindoniense, casado con Rita Izquierdo, tuvo tres hijos, uno de los cuales, Francisco, fue diputado y senador y presidente de la poderosa Asociación de Ganaderos.

El padre de Fidel Castro, Ángel Castro Argiz, natural de Láncara, fue otro de los ricos terratenientes que empleaba a paisanos. Se enriqueciera como contratista de la United Fruit Company y tenía la finca azucarera Manacas, en Birán (Holguín).

Operarios forestales de Viveiro, Abadín y Riobarba

Pocos mariñanos se dedicaron a labores agrícolas en Cuba. Casi todos lo hicieron en fincas tabaqueras de las provincias occidentales de Cienfuegos, Artemisa o Pinar del Río. Un mayor número se ocupó en trabajos forestales y azucareros en provincias como Matanzas y otras orientales como Guantánamo, Holguín o Santiago de Cuba.

En Matanzas, por ejemplo, emigrantes de Viveiro se desempeñaron en el corte de leña, producción y comercialización de carbón. Los pioneros fueron los hermanos Sinesio y Plácido Moa y su hombre de confianza, Jesús Rivera Cociña, nacido en Galdo en 1899, hijo de Inocencio Rivera Blanco y de Mª Antonia Cociña Castiñeira. Se casó en 1944 con la cubana Rosa María Candelaria Pérez y tuvo una hija, América Rosa.

De San Pedro de Viveiro, donde nació en 1870, era también José Polo Vizoso, hijo de Antonio Polo Hernández, de San Pedro, y de Ramona Vizoso, de Valcarría, y casado con la canaria Paula Camacho.

Emigrantes de Abadín fueron sus compañeros de brega, como recuerda el historiador cubano Henry García. Entre otros, Apolinar Insua Vidal (Castromaior 1898-Matanzas 1995) que se casó con Mercedes Sierra, una muchacha de 14 años con la que tuvo 17 hijos. José Lozano Fernández (Abadín 1896), emigrado en 1912 y casado con Eugenia González Bernal con la que tuvo 7 hijos. O Narciso Pedreira González (Abadín 1896-Matanzas 1961), casado con la cubana Marcelina Pérez.

Otros mariñanos se dedicaron a trabajos forestales y ganaderos en las provincias de Oriente. Ceferino Catá Infante (San Esteban del Valle, Riobarba 1895) tuvo un almacén maderero y de aserrío en Palma Soriano, se casó con la gallega Josefa Lage y tuvo tres hijos, uno de ellos, Ceferino, doctor en Medicina.

Y Pedro Lorigados Rubiños (Mondoñedo 1881) fue propietario de la Compañía Maderera Lorigados SA, una de las más importantes de Cuba. Casado con la cubana Rosa Alfonso Largel, tuvo tres hijos: Pedro, su sucesor en la compañía, Margarita, médica, y Blanca Rosa.

martinfvizoso@gmail.com