Las 500 mujeres de la Biblioteca América

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

AMÉRICA

Organizadas en comisiones por países, se encargaron del bordar banderas, de reunir fondos para los bustos, de recolectar libros y fueron donantes del proyecto de Gumersindo Busto

06 mar 2019 . Actualizado a las 00:53 h.

Aquella gesta tenía proporciones enormes. De tan grandes, no eran bíblicas. Eran bibliográficas. Como todas las historias que pasan a la historia, comenzó con casi nada. La idea de un emigrante de mostrar en Galicia lo que Latinoamérica significaba. Contribuir a mitigar el desconocimiento que había en Europa de la realidad transoceánica. Gumersindo Busto juntó un puñado de frases. Aquella circular de 1904 llegó al corazón de miles de personas, desde Tierra de Fuego hasta Canadá. Que participaron en un sistema logístico imponente. No fue sencillo y su empresa no fue lo suficientemente reconocida. Ni la de Busto ni la de la larga lista de voluntarios de la cultura. Ni especialmente la de las mujeres, unas 500, que fueron auténticos agentes dinamizadores para sacar adelante ese imponente proyecto: una biblioteca-museo americana.

«Ás veces penso, como sería aquilo? Comentaríao coa muller? Cos amigos e eles coas súas mulleres?». La profesora Pilar Cagiao no sabe exactamente como Gumersindo Busto, tras obtener la orden de creación de la biblioteca-museo, pidió ayuda a las comisiones de damas. Sabe por qué. Porque quería un espacio bien decorado. A la altura de la importancia del legado hispanoamericano. Y pidió colaboración a las mujeres para reunir las banderas y los bustos de los próceres americanos que aún hoy decoran la imponente sala del Colexio de Fonseca.

«A muller estaba metida na casa e o único espazo público ao que podía aspirar era neste tipo de cousas». La primera en crearse fue la de Buenos Aires, que tenía como presidenta y secretaria, respectivamente a Rosaura Díaz de Leyro y Gregoria Lapuente de Leyro. En la lista abundan apellidos gallegos, «ben porque eran esposas ou fillas de galegos acomodados» y también argentinos, si es que existen apellidos netamente argentinos. En todo caso, la lista era una fotografía del crisol cultural que en aquellos años era Argentina. «Comprométense a bordar a bandeira arxentina, a encargar mastros de prata brocada e a conseguir subscricións populares para financiar os bustos que se mandarían a Santiago».

«Es más fácil colectar mil pesos que cien libros, o que 50 páginas para el álbum artístico; lo primero es cuestión de unos días. Lo segundo, de meses y de imitar la paciencia de Job». Así relataba el esfuerzo Laura Carreras de Bastos en septiembre de 1913 para conseguir sacar adelante la biblioteca enciclopédica, que hoy tiene unos 30.000 volúmenes. Carreras de Bastos, de origen catalán, era la presidenta de la comisión uruguaya, que se apuntalaba en las Damas Católicas aunque eso no quiere decir que la Biblioteca América tuviese tintes conservadores. Donantes hay de todos los tipos: desde anarquistas a católicos. De conservadores hasta masones.

La comisión uruguaya «foi activísima». De ella se conservan más datos que de la argentina. El álbum de las bonaerenses «é unha das perdas da Biblioteca América». El equipo de investigación que coordina Pilar Cagiao ?y que en el 2004 publicó un exhaustivo trabajo sobre la biblioteca, Cen anos da Biblioteca América? ha podido reconstruir un poco gracias a los pedazos documentales que quedan.

Las damas uruguayas también se encargaron de bordar la bandera con hilo de oro, de encargar un mástil de plata repujada y de crear su álbum, que sí se conserva y que en su portada tiene una placa de plata del escultor Federico Lanau y un texto de Zorrilla de San Martín sobre la portada en la que se ve la catedral de Santiago. «El caso es que el álbum artístico ha obtenido todo un éxito y que figuran en él las firmas de nuestros intelectuales, habiendo entre las páginas trabajos realmente notables», explicaba Laura Carreras en aquel informe de 1913.

Las damas uruguayas llamaron a todas las puertas que encontraban para recabar donantes. Y junto a las argentinas, fueron las que más bustos enviaron a la biblioteca. Organizaron un sinfín de festivales en el Teatro Solís y veladas literarias. Y sí, las comisiones de damas también se encargaban de recopilar volúmenes para la biblioteca hispanoamericana. Las damas uruguayas impulsaron la Comisión Pro-Acercamiento Iberoamericano ?siguiendo las corrientes regeneracionistas que promulgaban una mayor conexión entre los países latinoamericanos y Europa? y a través de ella promovieron donaciones de autores establecidos en Uruguay que de algún modo estaban relacionados con España.

Donantes de libros

«E incluso foron donantes de libros», explica la profesora Cagiao. Antes incluso de que se creasen las comisiones de damas, a la altura de 1907, unas de las primeras donantes fueron Enriqueta y María Represas, probablemente gallegas o hijas de gallegos. Y, por ejemplo, especialmente refinada era la biblioteca de Laura Carreras de Bastos, con ejemplares de altísimo valor.

«Nunca igual que en Arxentina e Uruguai», explica Cagiao, pero las comisiones de damas que se crearon en otros muchos países también aportaron a la Biblioteca América. «Por exemplo, a bandeira paraguaia, que é unha beleza, foi bordada pola comisión liderada pola filla do que fora presidente de Paraguai estaba casada con Rafael Calzada, un membro conspicuo da colectividade española de Bos Aires co que Busto trataba».

La bandera boliviana, por ejemplo, fue creada por la comisión de damas a la que pertenecía la esposa del cónsul de España en Guayaquil. En Chile, la comisión de damas era más similar a las que operaban en el Río de la Plata y en ella participaban hijas y esposas de gallegos «e por extensión as súas amigas». Cada una obedecía a sus propias circunstancias. Eso sí, el empeño era común y se hizo realidad el 26 de julio de 1926. Desde entonces, la USC tiene su gran biblioteca americana.