Artesanía viguesa en Panamá

Olga Suárez Chamorro
olga suárez VIGO / LA VOZ

AMÉRICA

El joven Daniel Malvar ha creado en el país centroamericano, junto a otro gallego, un exitoso negocio de restauración con 40 empleados y 2.000 clientes al día

16 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Daniel Malvar emigró a Turín con 18 años para trabajar como ingeniero en Lamborghini, pero aquel empleo alimentó su espíritu emprendedor. «Yo no quería diseñar Lamborghinis sino llegar a tener uno». Y decidió volver a cambiar su vida, pero de forma radical. En el 2012 dejó Italia, dejó Europa y tomó la decisión de abandonar por segunda vez su tierra, esta vez con destino a Panamá, país de origen de su entonces novia (hoy ya su mujer).

Este cambio radical también supuso un giro en su experiencia laboral: dejó su trabajo como ingeniero y se empleó como gerente en un restaurante y en una panadería. Un año después comenzó su historia emprendedora de la mano de su amigo y concuñado Fernando Ameijeiras, también gallego, pero nacido en Panamá.

Los dos amigos no paraban de pensar en posibles vías de negocio y el salto llegó a través de un contacto común que trabajaba para Puma Energy Bahamas S.A. Presentaron a la compañía petrolera un plan de negocio que consistía en reforzar el servicio de las estaciones de servicio ofreciendo a los clientes revisión de neumáticos, de los niveles del coche y limpieza de luna delantera de forma gratuita. «A eso le sumamos la estrategia de ofrecer créditos a las empresas para que pagaran sus cuentas a final de mes». Con todo ello se pusieron el objetivo de duplicar las ventas en un año. El plan cuajó, nació Petromac S. A. y estos dos emprendedores gallegos de 25 años se convirtieron en las personas más jóvenes de Panamá con una gasolinera en concesión. El resultado fue tan bueno que la compañía les ofreció otra estación más al cabo del año y seis meses después obtuvieron la tercera». «No nos lo creíamos, pasamos en un año y medio a tener 24 empleados y a mover más de 20 tráilers de combustible en un mes», relata.

Dos años después los dos socios decidieron montar Artesana, (el arte de lo tradicional), un negocio al que se refiere como «nuestro bebé, donde está toda la pasión y todo lo que aprendimos en el primer lugar en el que trabajamos». No le gusta la palabra «restaurante» para referirse a él, se trata de un local basado en «mantener la tradición y los procesos para que todo sea totalmente casero, hecho a mano y en directo». Un año después de su apertura, este negocio por donde pasan cada día más de 2.000 clientes, da hoy trabajo a casi 40 personas, una plantilla cien por cien panameña, detalle del cual se sienten muy orgullosos. «La clave es preparar todo artesanalmente y precios muy económicos; tenemos panadería, pastelería, pizzería, bocatería, una zona exprés y bufé de comida tradicional panameña».

Parte de su éxito fue la decisión de poner la cocina a la vista del público, algo que ya habían visto en España pero que en la ciudad panameña de David fueron pioneros. Daniel Malvar reconoce que la parte administrativa fue la que más les costó: «Como somos nuevos, estamos en el centro y somos referencia, las instituciones nos exigen mucho más»

Daniel Malvar habla con seguridad e ilusión del negocio que ha montado junto a su socio, pero asegura que si en un futuro le surge una buena oportunidad en otra parte del mundo cogería sus cosas y se volvería a ir. ¿A Galicia? Ante la pregunta surge la morriña y reconoce que «no hay un solo día que no piense en su tierra y en sus padres, hermana, abuelos y amigos. Vuelve cada año por vacaciones, «tanto Fernando como yo intentamos ir un mes cada uno, nos vamos turnando» e intenta que su familia vaya a Panamá de vez en cuando, para acortar así el tiempo que pasan sin verse. Dice que uno de sus grandes sueños sería invertir en su tierra y ahí planea siempre la idea de jubilarse en Galicia, aunque ahora tiene el corazón dividido con el país centroamericano que le ha acogido.

Inicios. Empezó a trabajar como ingeniero en Lamborghini pero lo dejó porque no quería estar atado a una silla y un horario. «Aunque allí trabajaba 8 horas al día y ahora trabajo 20», reconoce.

Gasolina y comida. Junto a su socio se hizo con la concesión de una gasolinera en Panamá y después con dos más. Con 27 años cumplidos, los dos socios decidieron montar el exitoso restaurante Artesana.