«Conducín dende Liechtenstein ata Dumbría durante 24 horas e non vin ningún control»
Dumbría
José Manuel Touriñán es natural de Bustelo, en el municipio de Dumbría. Estos días pasa las vacaciones en su localidad de origen
29 Dec 2020. Actualizado a las 05:00 h.
José Manuel Touriñán Vieites, de 53 años, es emigrante en Suiza y en Liechtenstein. Puede sonar raro, pero ambos lugares son correctos. Trabaja en el Principado, y reside en Buchs, en el cantón helvético de San Gall. Entre uno y otro lugar apenas hay distancia, más que cruzar el río Rin y desplazarse unos metros. De hecho, la vida diaria entre ambas fronteras es muy común.
José Manuel es natural de Bustelo, en la parroquia de Salgueiros, en Dumbría, y se marchó a Liechtenstein, donde estuvo viviendo un tiempo, hace cerca de cuatro años. Lo hizo como respuesta ante la crisis, por la falta de trabajo en la zona. Él, y muchos más, sobre todo de hace diez años hasta no hace mucho. Y, también como tantos, ya conocía la emigración en aquellas tierras, a las que se había marchado con poco más de dos decenios. Entonces pasó siete años. Tuvo suerte en este nuevo intento, ya que logró trabajo (es jardinero), y su vida ya está ahora en esa franja de tierra entre las montañas de Austria y las de Suiza.
Estos días pasa las vacaciones en Bustelo. Llegó la semana pasada. Y lo hizo sin problemas: «Conducín dende Liechtenstein ata Dumbría e non vin ningún control», explica y resume. Ni en Suiza (hay que cruzarla toda de Este a Oeste), ni en Francia, ni en España. De haberle parado, no tendría problemas, ya que llevaba los papeles de desplazamiento que le dan en el consulado. Pero, por ejemplo, a los desplazamientos por carretera no le piden un PCR. Hizo todo el viaje por autopista. En total, 2.048 kilómetros de puerta a puerta, distancia en a que empleó 24 horas. Pudieron ser menos, pero fue despacio, debido a la intensa lluvia. Salió a la una de la mañana de un día, y a esa misma hora del siguiente ya estaba en casa.
Viajar entre España y Suiza en las vacaciones forma parte del ADN de decenas de miles de emigrantes, sobre todos entre los años 60 y 90. Pero cada vez son menos, gracias a las líneas aéreas de bajo coste y a las conexiones aéreas con Santiago desde Zúrich, Basilea y Ginebra. «Eu creo que este Nadal moita xente volveu coller o coche ao ver como están as cousas, moitos que eu coñezo fixeron iso», explica, retomando una ruta muy habitual entre los taxistas gallegos que van y vienen cada semana entre los dos países. A la vuelta no tendrá que guardar cuarentena, ya que ahora no la piden, como en el verano. La vida allí es más o menos normal, con mascarilla en determinados ámbitos pero, eso sí, muchas familias en cuarentena voluntaria, por precaución. Y trabajo hay. «Vai habendo, pero sobre todo para os que xa estamos alí. Para os novos esixen cada vez máis o alemán», dice. Es consciente de que a muchos de la zona le gustaría emigrar, pero ya no es fácil.