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Gallegos en Canarias: «Tuvimos cinco días para decidirnos, nos lanzamos y llevamos muy felices siete años»

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Ana Abelenda
Laura y Curro con sus hijos Hugo y Gonzalo, en Corralejo.

ELLOS VIVEN SIEMPRE EN VERANO Menos ropa, más playa, más horas de luz, menos gastos y el lujo de la tranquilidad. ¿En qué consiste la fortuna de «la vida descalza»?

17 Apr 2022. Actualizado a las 17:52 h.

Hace siete años que Laura Pérez Sobrín y Roberto Chao Villares —más conocido como Curro en el mundo del surf— cambiaron Ferrolterra por las islas afortunadas. Y la fortuna low cost de «la vida descalza» les sonrió con buenas olas, buena gente y la cálida «nada» de ese lugar de Canarias donde el ilustre Unamuno vivió un exilio de cuatro meses que acabó siendo un regalo inesperado para el escritor.

 

A Laura y Curro nadie les obligó a volar a Fuerteventura. Decidieron libremente, presionados solo por el reloj. Tuvieron cinco días para tomar esa decisión en la que debían tener en cuenta a sus hijos Hugo y Gonzalo, que entonces tenían 6 y 3 años... y la pena de dejar a los abuelos en esta orilla del Atlántico. Pero la familia les mostró su apoyo en el cambio de paraíso a paraíso del surf. No era mal momento para los niños: el pequeño empezaba el cole y el mayor entraba en primaria. Ese curso del cambio estrenaron no solo material escolar, sino un lugar para crecer.

Un revés fue el principio. Curro se quedó en paro como técnico de laboratorio en la Universidad de Ferrol y la circunstancia empujó a Laura, profesora de Educación Física, a darle vueltas a una idea que llevaba un tiempo en su cabeza: irse a vivir a Canarias. «¿Y si concurso?», se preguntó Laura, que en noviembre del 2014 se decidió a participar en la convocatoria para cambiar de destino profesional como profe. «Pedí plaza en el norte de Fuerteventura, en seis colegios, y en otros seis o siete en el sur de Tenerife», recuerda.

En marzo del 2015, salió la resolución del concurso que les cambió los inviernos y la vida. «Me tocó el CEIP María Castrillo, de Corralejo». Tras recibir la buena noticia, «teníamos cinco días para decidir». No era fácil dejar atrás la terriña, la gente y la estabilidad. «Pero era o marcharme o quedarme con la que tenía, y no estaba muy a gusto, y con esa espina de saber qué habría pasado si...», resume Laura. La duda le quitó el sueño cinco noches. Y tras «cinco noches sin dormir», a asumir el riesgo de lanzarse la ayudó pensar que podía concursar de nuevo a los dos años y cambiar otra vez de destino. «Pensé: ‘Podemos venirnos a Fuerteventura dos años y ya’. Nos lanzamos y esos dos años se convirtieron en siete, siete años felices», cuenta, dispuesta a seguir sumando tiempo sobre la arena en Canarias. «Mi madre, que nos estaba ayudando mucho con los niños, me dijo: ‘Es tu vida, haz lo que quieras hacer’. Yo sabía que si me iba a Fuerteventura me podía arrepentir o no, pero también sabía que si me quedaba me iba a arrepentir siempre. Vi la película de mi vida pasar rápido: tenía 27 años, una plaza fija; todo tan estable que me dio miedo esa estabilidad. Así que me dije: ‘Ahora o nunca’». Y el ahora ganó.

La isla les dio la bienvenida acogiéndolos con hospitalidad. Pero el vínculo con Canarias estaba trenzado de antes. El archipiélago siempre fue para Laura un destino para dar cancha a su pasión por el surf. ¿Costumbre familiar? «No, no, una cosa mía... Yo venía siempre, antes incluso de conocer a mi marido. No solo por las olas, por el calor, el clima, el agua caliente...», explica. ¿Caliente? «Para que te hagas una idea, ahí el agua está entre 14 y 18 grados, y aquí, entre 18 y 24. Hay una gran diferencia».

cedida

La pasión canaria de Laura nació en Tenerife y Lanzarote. «Pero hace veinte años unas amigas de Magisterio se vinieron aquí [a Fuerteventura] a trabajar tres meses. Me vine de vacaciones 15 días en septiembre y me enamoré. Me encantó», revela quien pensó que aquella aventura iba a quedarse en un amor de verano. Pero el hechizo no acabó. Después de aquella quincena de amor con la isla en el 2000, otra amiga de toda la vida, «también surfera, de Ferrol», se fue a vivir a Fuerteventura. «Nos vinimos de vacaciones a verla en Navidad. Ahí empezamos con la coña: ‘¡Ay, los niños qué bien estarían aquí!’», dice Laura. En parte, porque su hijo pequeño tenía dermatitis y el pediatra les decía que la suavidad del clima canario le podía ir de maravilla en la piel.

 

TRABAJO, AMIGOS... Y GRELOS

El clima «es maravilloso y aquí se vive muy-muy tranquilo». Morriña tienen, pero se lleva mejor al sol. De Galicia echan de menos sobre todo a su gente (amigos, abuelos) y el verde de sus bosques. Y más «en el desierto de Fuerteventura, aunque te sorprende...». ¿Por qué? «Te sorprende esa nada, que al principio asusta un poco, pero luego te da paz», responde Laura. La isla cada vez tira más de la familia. «Mi madre, que se acaba de jubilar, se ha venido a pasar aquí todo el invierno. Y mi hermana, que es bióloga y vivía en Londres trabajando en Zara, cerró esa etapa y también se vino para aquí. Lleva ya dos o tres años en Fuerteventura, trabajando a tope en producción de cine».

Olas, viento y trabajo hay. Y la morriña la curan a base de verano en Doniños. «Tenemos una casita ahí y nos pasamos todo el verano disfrutando Galicia. Como yo soy profe, tenemos esa suerte, que podemos disfrutar los veranos, lo mejor de Galicia», valora Laura, que cuenta que, en las islas no capitalinas de Canarias, el sueldo como profesora es mayor. «Porque cobras la residencia, que supone 400 euros más ya de base». A esto hay que sumar que, «aunque la vida está más o menos igual de cara que ahí, gastas menos, porque el ritmo de vida aquí es más tranquilo». Se consume menos, se vive más. «Menos ropa, más playa, más acampada, menos hotel», resume la gallega.

En Fuerteventura han hecho grandes amigos majoreros, pero Curro y Laura también tienen piña gallega. «Aquí conocimos gente de Ferrol que no conocíamos allí y nos juntamos mucho. Desde la cuarentena, hay un gallego que tiene una huerta en el interior de la isla en la que planta hasta grelos y nos los trae todas las semanas a casa», cuenta.

Solo la pandemia interrumpió su conexión bianual con la Península. Antes, Laura viajaba a Galicia una vez en Navidad con los niños, y otra en verano, en este caso con Curro, monitor de surf en la escuela Protest Surf School y que tiene además su propia marca, @seabones, dedicada a la confección de muebles y tablas de surf Alaias. No cobra lo mismo que como técnico en la Universidad, pero el cambio ha sido a mejor en cuanto a calidad de vida.

En el CEIP de Corralejo donde trabaja Laura, que lleva el área de igualdad desde que llegó al centro, hay gente de 26 nacionalidades. A su experiencia como profe en la isla, Laura le pone sobresaliente: «En Galicia trabajaba con la inercia de la vieja escuela. Aquí trabajo con mucha gente joven, estamos constantemente con proyectos», valora.

Curro, Laura y sus hijos han echado raíces en la isla del viento. Hace tres años compraron una casa en Corralejo. «El tema del alquiler está fastidiado aquí. Hay mucha vivienda vacacional a precios desorbitados. Así que compramos. Desmontamos la casa de ahí y nos los trajimos todo». ¿Pesa la decisión? «No. Llevamos siete años muy felices; estamos muy contentos en nuestros chalecito adosado, con su terrenito, con privacidad», asegura Laura, que esta Semana Santa le dará otro respiro gallego a la morriña viniendo a su Doniños. Mientras, disfrutan de la paz que propician el buen tiempo y los largos días de Fuerteventura, sin perder la conexión con su gente de aquí con ayuda de Instagram. «Ahora no es como al principio, que llegabas de Canarias y contabas la película una y otra vez... Hoy, te vas siguiendo al día».

 

Algo hay entre Doniños y Fuerteventura, asegura esta ferrolana con una isla majorera en el corazón. «Son dos lugares salvajes», considera Laura, que en su top de sitios imperdibles de Fuerteventura tiene en cabeza Las Grandes Playas de Corralejo, «con sus colores preciosos, el agua transparente, las dunas, un lugar perfecto para estar en familia. El norte de la isla es una maravilla por la tranquilidad y las olas, una belleza salvaje». En su Instagram, que ofrece un bonito «bodegón canario a la gallega» y maravillas naturales como el Charco Azul de La Palma, luce tanto el verano en Doniños como el invierno en Corralejo, que, más que invierno, es un verano gallego.

Inês y Chris, autores del blog RandomTrip, en La Graciosa a principios de año.

Chris e Inês: «Fuerteventura es una isla que te sana. El lujo es la vida descalza»

Gallego y portuguesa, esta pareja de viajeros dejaron hace seis años la vida sentada que llevaban en una oficina de Madrid. Tras conocer las ocho islas Canarias, tienen claro en cuál van a hacer su nido

Ana Abelenda

«Viaja por libre» es el lema de esta pareja de gallego y portuguesa que ha dormido en la hacienda de Café con aroma de mujer, en el top de lo más visto en Netflix, rodada en una auténtica hacienda cafetera que ellos disfrutaron antes del triunfo de la serie en streaming.

Inês y Chris, viajeros incansables y autores del blog Random Trip, estuvieron en ese paraíso de Colombia tras romper en el 2016 con una vida cotidiana de oficina en Madrid, comprar un billete de avión de ida y empezar a vivir viajando. No hubo vuelta. La aventura, que se convirtió también en un nuevo plan flexible de trabajo, les metió en la mochila un año de continente asiático, ocho meses en Latinoamérica y otros muchos explorando paraísos cercanos, como Canarias. En las islas afortunadas tienen previsto echar el ancla en breve. En su último viaje, este invierno, han conocido las Canarias que les faltaban. «Y ahora podemos decir, con toda seguridad, cuáles de las ocho son nuestras favoritas», afirma Inês. ¿Y? «Acabamos de conocer La Palma (la foto de arriba es allí, en La Cumbrecita) y nos enamoró; El Hierro es la favorita para una escapadita. ¡Y para vivir, Fuerteventura!». «Es la más árida y solo tiene playas, pero hay un aquel difícil de transmitir con palabras. Da paz. Es una isla que te sana». Hablan con conocimiento de causa tras su confinamiento isleño. Cuando se decretó el estado de alarma, estaban allí, con sus portátiles (que les permitieron convertir lo que iba a ser una semana en cuatro meses de estancia). La pareja vivió «un confinamiento Premium» en Caleta de Fuste. «Nuestra conexión con Fuerteventura empezó en la pandemia y es para siempre», asegura Inês, que subraya que Canarias «tiene una maravilla de clima, primavera todo el año».

 

Fuerteventura crece hoy, gracias a las posibilidades de lo digital, en un tipo de perfil profesional que corresponde a una persona joven que tiene opción de teletrabajo. «Gran Canaria se ha convertido incluso en una meca para el trabajo digital». «Cada vez hay más gente que une a una escapada de una semana otras dos o tres semanas de teletrabajo. Esto te permite conocer la isla de una forma más cotidiana, más lenta y sostenible. A raíz de la pandemia, se ha notado un cambio», dice Inês.

«El grueso del turismo en Canarias son extranjeros, en muchos casos jubilados. Hay ese turismo, pero crece este otro perfil de gente joven que pasa breves períodos en la isla, más como local que como turista», añade Chris. «Al final, haces tu vida en el barrio, como en las urbes», consideran. Pero Inês y Chris tienen claro que les gusta el clima cálido, la tranquilidad canaria y «el lujo que es la vida descalza».

«Por viajeros que seamos, queremos tener un nido cerca de la familia», concluye Inês, que anuncia la primicia de que ese nido adoptivo será Fuerteventura.

Inês en la playa de Puertito, en la isla de Lobos.RandomTrip

Su blog de viajes puede servirte de ayuda para moverte por Canarias. Para saber, por ejemplo, qué presupuesto diario aproximado necesitas para irte una semana a Fuerteventura, donde, según la pareja, no te puedes perder la visita (a solo 15 minutos en barco de Corralejo) a la isla de Lobos: «Son 4,5 kilómetros cuadrados de paz y puro paraíso en los que merece la pena invertir medio día en conocer el islote donde antes vivían los lobos marinos que le dan el nombre. Aparte de la impresionante playa de Puertito, también te podrás bañar en la Playa de la Concha del del islote, ambas de mar calmo y turquesa, pero esta última más resguardada del viento». Aunque el viento poco asusta a los amantes de la isla majorera.

 


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