Así se hacen negocios de guerra en medio de Galicia

Sofía Vázquez
Sofía Vázquez SOFIA.VAZQUEZ@LAVOZ.ES

VENEZUELA

María Pedreda

En Venezuela, donde hay control de cambio y donde no se puede sacar ni un bolívar, la necesidad agudiza el ingenio y la capacidad humana para establecer relaciones económicas para poder sobrevivir

29 may 2017 . Actualizado a las 10:46 h.

En una terraza de un bar del centro de A Coruña, un empresario venezolano aprovecha para llamar a su madre. Ella es gallega, de Lugo, pero vive en Valencia (Venezuela) desde hace más de 50 años. A sus ochenta y tantos, es una fiel representante de esos emigrantes que jamás retornaron al estar atados por la belleza del país y los vínculos familiares (hijos, nietos...). La conversación telefónica versa sobre cómo se encuentra su vieja -convaleciente de una operación para la que precisó medicación que solo se encontraba en el mercado negro del país caribeño- y sobre cómo ha empeorado la economía en solo dos meses. «No se puede salir de casa», dice. Y si quieres alimentos, los puedes conseguir pero a precios tan desorbitados que solo unos pocos alcanzan.

El hombre de negocios iba a viajar a Valencia a las pocas horas. Todo estaba programado. Lo iría a recoger un chófer amigo -en caso contrario se arriesga a ser asesinado- y, manteniendo una velocidad a prueba de secuestros y robos, se dirigiría a su casa familiar y después a su empresa, de la que faltaba hacía dos meses.

Pasa una compatriota venezolana por delante del bar donde se encuentra este hombre y se para a saludar. Confirma la negra situación que vive el país: «Es una locura, tiene que irse», dice en referencia al presidente Maduro.

El empresario protagonista de esta crónica comienza a explicar una de las fórmulas para conseguir euros en un país en el que hay control de cambio y del que no puede sacar ni un bolívar. Cuenta que un día un amigo le presentó a una joven caraqueña. Ella trabaja en Galicia y, a veces, también en Francia. Cuando tiene algún dinero ahorrado (más de 500 euros, normalmente) se lo entrega y le pide que ingrese esa cantidad pero en bolívares en su cuenta de Venezuela con el objetivo de que le llegue a su familia -en su foto de whatsapp se ve a una tropa de 16 chiquillos; todos hijos, hermanos y sobrinos-, muy necesitada en el más amplio sentido de la palabra. Así lo hacen. Para ello tienen que establecer el cambio euro-bolívar. «Sin ningún problema», explica él. A través de la aplicación gratuita dólar today se puede ver exactamente la cotización en el mercado negro que alcanzan esas monedas. Viernes, 26 de mayo: un dólar vale 5.980,75 bolívares, y un euro, 6.698,44. Fácil. Simplemente es necesario tener confianza, como en todos los negocios financieros. «Y estas mujeres, que han salido de su país porque allí no tienen ningún futuro laboral, y por lo tanto tampoco personal, son muy serias en este acuerdo de intercambio de divisas, en el que ninguno de los dos gana dinero. El único objetivo es disponer de recursos tanto dentro como fuera de la frontera de Venezuela», expresa el empresario.

Esa mañana él había ido a recoger una cantidad de dinero que fue entregada a través de MoneyGran en un supermercado de la calle Barcelona, de A Coruña. «Operación, ok», subraya. Con esta historia como telón de fondo la reflexión pasa por entender que la necesidad no solo aguza el ingenio, sino también la capacidad del ser humano para establecer relaciones económicas para poder sobrevivir. Porque de no activarse este tipo de intercambios, la única alternativa de las jóvenes pasa por ver cómo la muerte se lleva a algún miembro de su familia, bien sea por hambre o enfermedad. Y punto.