«La violencia en Venezuela provocó que mi familia regresase a Ourense»

Maite Rodríguez Vázquez
maite rodríguez OURENSE / LA VOZ

VENEZUELA

Miguel Villar

Un sobrino y un hermano del cuñado del ourensano secuestrado fueron víctimas de asesinato y retención ilegal

10 ene 2017 . Actualizado a las 10:17 h.

La tensión que vivió la familia del secuestrado Miguel Álvarez se pudo aliviar con un final feliz, la liberación del ourensano que pasó un mes en manos de unos raptores que fueron descubiertos por casualidad por la policía venezolana en el transcurso de otra investigación. La hermana de Miguel, Maruja, que reside en el pueblo de Rubiás, en Ramirás, todavía no ha podido hablar con él pero está más tranquila después de que la captura de su familiar se haya resuelto en el país caribeño. Ella recibe las noticias a través de su hija, que vive en Estados Unidos, donde ella misma también estuvo emigrada.

No es esta la única angustia por la que ha tenido que pasar esta familia por casos de violencia en Venezuela, adonde emigraron, como muchos otros vecinos de la Terra de Celanova, varios hermanos del marido de Maruja. En otro pueblo de Ramirás, en Freás, residen dos cuñados de Maruja, hermanos de su marido, José, que también vivieron situaciones muy peligrosas, un secuestro hace diez años en el caso de Juan Soto, liberado tras pagar un rescate, y un asesinato, el de Serafín Francisco, ocurrido hace cuatro años en la localidad caraqueña de El Junquito.

Precisamente ese nombre, El Junquito, tiene la vivienda familiar desde la que la hermana del fallecido Serafín, Aurora Francisco, relata que la violencia e inseguridad que se vive en el país fue el motivo de que regresasen algunos familiares. «Provocaron que mi familia regresase a Ourense y se vinieron mi hermana, mi cuñado y los niños. No veían allí futuro para sus hijos», explica Aurora. En su caso, en cambio, había regresado antes, hace 16 años, más por preferencias personales que por algún problema de inseguridad. La esposa y cuatro hijos del hermano fallecido, que tenía 43 años cuando fue asaltado para robarle y asesinado, permanecieron allí.

Aunque el problema de la violencia en Venezuela no es nuevo, Aurora achaca el recrudecimiento actual a la «ignorancia de los políticos que causaron esta situación en el país». Cree que hay muchos venezolanos que son «buena gente» y, a pesar de la tragedia que vivió su familia hace cuatro años, no le guarda rencor al país, sino a sus dirigentes. «Si con Chaves ya estaba mal, con este peor», opina.

A la violencia que parece haberse vuelto endémica en Venezuela se han acostumbrado los nacionales y los muchos gallegos que viven allí. Es el caso de Juan Soto, que sufrió un secuestro de una semana hace diez años solventado tras el pago de un rescate. Salió bien de la situación, como Miguel Álvarez, y no quedó -según su hijo Julio, que se encontraba ayer de vacaciones en la casa familiar de Freás- con miedo tras el incidente vivido. Aunque ya está jubilado, su padre sigue viajando con cierta frecuencia a Venezuela, donde tiene aún algún negocio. Su hijo Julio Soto, ya venezolano, explica cómo se vive con esta inseguridad en la capital venezolana: «La situación está fea en Caracas, hay que tener cuidado en ciertas zonas y no salir de noche». En su caso, por ahora no se plantea venirse a la tierra de sus padres. «Espero seguir allí por ahora», apunta el hijo de este secuestrado, que dice no recordar mucho de lo que le ocurrió a su padre hace una década. Más reciente lo tiene Maruja Álvarez, quien reconoce que la espera y la tensión vividas con la desaparición y secuestro de su hermano fueron algo «horrible». Todavía no sabe bien por qué ocurrió, pero apunta que los familiares de su marido se fueron viniendo para conservar la vida.