«Cuando la vi ya estaba muerta porque los tiros fueron directos al corazón»

pedro garcía otero CARACAS / CORRESPONSAL

VENEZUELA

José Sousa es natural de Celanova y lleva más de cincuenta años dedicándose a la producción de cine y teatro en Venezuela. Su esposa fue asesinada el martes en Caracas

27 ago 2016 . Actualizado a las 10:15 h.

«Cuando ella llegó a la casa, yo no me di cuenta, yo estaba cerca de ella y siempre escuchaba el carro (coche) cuando llegaba, porque nuestra calle es una calle ciega. Sencillamente, lo que sentí fueron tres disparos que fueron como tres bombas y vi a tres muchachos saltar la verja de la calle ciega que finaliza en un parque. Se lanzaron por allí y cuando la vi, ya la vi muerta, la muerte fue instantánea porque los tiros fueron directo al corazón».

En la voz de José Sousa hay, por supuesto, dolor; pero no resentimiento. Muestra una enorme compostura, considerando que su esposa, Sixta Coromoto Salazar, mejor conocida por el medio artístico venezolano como Yacqueline Salazar, fue asesinada en Caracas esta semana.

Lo que distingue este homicidio de los otros 371 que solo durante este mes se han registrado en la capital más violenta del mundo es que ella era la vicepresidenta de Xenón Films, una de las productoras cinematográficas más conocidas de ese país; y que el marido de Yaqueline, nacido en Celanova (Ourense) es el presidente de la compañía. Un hombre que llegó hace más de medio siglo a Venezuela, donde encontró todas las oportunidades para seguir su vocación, que era la de hacer cine, y que hoy, sencillamente, no se explica la vorágine de violencia que se llevó a su compañera durante los últimos 35 años.

«De pequeño, en Celanova, en el desaparecido Cine Regueiro, vi una película a los 9 años y decidí que quería ser cineasta», señala. A su socia, la que entendía los negocios y a quien la violencia sorprendió, la mataron en el vehículo que querían robarle, junto con sus sueños, y con su coche «lleno de cosas para la obra de teatro que estaba produciendo: vestuario, maquillaje, escenografía...».

Yacqueline fue asesinada en una urbanización de clase media alta del este caraqueño, colindante con Petare, el barrio marginal más grande de América Latina; la policía tiene buenas pistas sobre el caso, señala Sousa, aunque en el país sudamericano el 97 % de los asesinatos no son castigados. Hace apenas unas semanas, Yacqueline y José brindaban -«con un whiskeycito, porque no somos tomadores»- el éxito de La Casa del Fin de los Tiempos, una de las películas más conocidas de la productora, a la que Hollywood va a hacer un remake.

«Decíamos, mira el negocito que montamos ya por donde va», señala José. Xenón Films -el nombre se le debe al dios del Fuego en la mitología griega- «es la vida de ambos, y de nuestras dos hijas, una que vive aquí y otra que se fue para Alemania». «Ayer todos los cineastas de este país pasaron frente a mí, me dieron el pésame, lloramos todos juntos, siempre han estado conmigo. Fue para mí una emoción para seguir adelante, seguir trabajando por este país y ver. Yo no puedo decir que seguiré, pero la intención es seguir, porque eso es lo que querría ella, que es mi otra mitad», indica José, en llanto pero reconfortado por todo lo sembrado en una Venezuela que no era la de hoy.

«Yo llegué sin nada, nadie me preguntó de dónde era, me dieron todas las oportunidades. He participado en 30 o 40 de las mejores películas venezolanas de todos los tiempos. No sé si será la vejez, quisiera ir a mi país y estar un tiempito; pero yo tengo toda mi vida aquí, hermano», señala Sousa. «Mis padres están enterrados aquí. Yo me siento gallego por los cuatro costados, y aquí me llaman el ‘Carlo Ponti gallego’. Yo no me casé con Sophia Loren, pero me tocó una mujer extraordinaria. Qué suerte la que tuve», finaliza Sousa, con la nostalgia de quien perdió a su otra mitad.

«Este no es el país en el que crecimos, es otro lugar», dice la hija de Sousa

Mucho más crítica con el país en el que nació que su padre, Andrea Sousa, que actualmente vive en la ciudad alemana de Colonia, está devastada con la muerte de su madre. Se sabe parte de una generación de venezolanos, los más jóvenes, que en su inmensa mayoría, han hecho las maletas y se han lanzado al mundo para escapar de la inseguridad y la desastrosa economía de su país.

Aunque estudió cinco años en Nueva York e intentó retomar su vida en Caracas, cada uno de los tres años que pasó en la capital venezolana a su regreso, entre el 2012 y el 2015 fueron, según sus palabras, «un calvario».

«Este no es el país en el que crecimos, es otro lugar», indica Andrea, señalando que «aunque nosotros, por tener pasaporte español, teníamos la oportunidad de vivir en otro país, y sobre eso hemos estado hablando durante el último año, mis padres tomaron la decisión de quedarse en Venezuela. Nos ha pasado a nosotros, le ha pasado a mi madre, como le pudo haber pasado a cualquiera de los vecinos. Esto ya no puede calificarse ni siquiera como una lotería, la inseguridad campea a todas horas del día».

Su madre fue la que le impulsó a marcharse; ella tiene una pareja alemana. Lamenta que su madre «ya no podrá verme casarme, como tanto anhelaba, ni tener nietos. Todo esto nos fue arrebatado», indica, con lágrimas.

Otro ataque a un español

José Oliva, brigadista del Ejército español adscrito a la agregaduría militar de la Embajada de España en Caracas, fue herido en un hombro ayer por la mañana, al huir, en su coche, de otro que intentaba atracarlo, y desde el que le dispararon. Oliva se encuentra fuera de peligro en una clínica privada de la capital venezolana. Desde la Embajada confirmaron que el incidente ocurrió en una zona considerada segura.

«Ela era a alma do negocio», dice su familia gallega

José Sousa y Jacqueline Salazar visitaron ya hace años por última vez su pueblo natal de Ver, en el municipio ourensano de Ramirás. Vinieron a causa de la muerte de la tía de José, que lo crio hasta que este se fue rumbo a Venezuela con catorce años, estudió e hizo su vida laboral y familiar al lado de Jacqueline. En Ver aún residen dos primos de José Sousa: Evencio y Leonardo Estévez Sousa, que se criaron con él de pequeños en la casa familiar de Ver. Recuerda Evencio que en una de sus múltiples estancias vacacionales hizo una grabación del paisaje local como reportaje para mostrar a los gallegos de Venezuela. El cine y la publicidad eran el ámbito profesional de un hombre que siempre tuvo vena artística. «Pepiño era un tipazo, bo mozo e un buenazo. Tivo sorte; a muller era máis viva, a alma do negocio», explica Leonardo, que vivió hasta 1978 en Venezuela. Ambos primos cuentan que Sousa, que llegó a grabar un disco, con el nombre de José Sosa en un trío denominado Teatro del Triángulo, fue un gran cantante y guitarrista. En Venezuela tiene otro hermano, que fue un torero conocido como Julio Romero. A la mujer asesinada, natural de Venezuela, también la conocían, pero no tanto. «Era mulata, guapa y educada», recuerda Leonardo, que hasta ayer no se había enterado de lo sucedido. Sí lo supo antes, por una llamada que le sobresaltó el miércoles de madrugada, Evencio, que habitualmente reside en Estados Unidos. «Creo que tiñan pensado vir a España. Tiñan un piso en Madrid e alí tiñan medo a saír porque houbera ameazas», relata Evencio Estévez. Leonardo cree que arraigó mucho allí.