May amenaza con poner fin a la libre circulación cuando active el «brexit»

Rita Álvarez Tudela LONDRES / E. LA VOZ

REINO UNIDO

Theresa May
Theresa May TOBY MELVILLE | REUTERS

John Major acusa a Downing Street de crear expectativas irreales sobre la negociación

28 feb 2017 . Actualizado a las 00:47 h.

Todo apunta a que la primera ministra británica, Theresa May, puede anunciar el fin de la libre circulación para los nuevos comunitarios que quieran entrar en el Reino Unido el mismo día en que active el brexit en marzo. Según una información del diario The Telegraph, la conocida como «fecha límite» para que los inmigrantes de la UE reciban el derecho automático de permanencia se situará alrededor del 15 de marzo. Los comunitarios que lleguen después tendrán que someterse a reglas diferentes.

Según el diario conservador, May hará un llamamiento a otros países de la UE para que alcancen un acuerdo rápido a pesar de que Bruselas quiere que esa «fecha límite» sea retrasada hasta el 2019 para que le de tiempo a decidir la situación de los 1,2 millones de británicos que viven en otros países de la UE. Varias voces defensoras de un brexit duro creen que, en caso de esperar 24 meses más, Reino Unido terminaría «con la mitad de Rumania y Bulgaria viniendo aquí». Los abogados ya advirtieron a Downing Street de que el planteamiento sería ilegal si se fija como fecha junio de 2016, cuando tuvo lugar el referendo.

«Vamos a poner fin a la libertad de movimiento tal como la conocemos», explicó la ministra del Interior británica, Amber Rudd, mientras examina los planes para los comunitarios que ejercen puestos de trabajo en sectores clave de la economía británica, como la restauración, la construcción y la sanidad. Reino Unido habría llegado a acuerdos con la mayoría de los miembros de la UE, pero otros como Alemania se niegan a hablar del asunto hasta que se active el brexit.

Rudd no se pronunció, en cambio, sobre un caso que ha conmovido al país, la deportación a Singapur de una mujer casada durante 27 años con un británico y que tiene dos hijos de esta nacionalidad. Irene Clennell, de 53 años, fue internada en un centro para inmigrantes a principios de febrero y enviada de vuelta a su país de origen este fin de semana, con apenas 14 euros en el bolsillo.

La mayor dureza contra la inmigración no oculta los frentes que siguen teniendo abiertos May y su equipo. En concreto, crece su miedo a que el Gobierno escocés convoque un segundo referendo independentista que coincida con la activación del Artículo 50 en marzo. Si finalmente se convoca, la estrategia sería rechazarlo aunque esto ponga en riesgo una crisis constitucional y los independentistas ganen más apoyos.

Otro frente lo abrió el ex primer ministro conservador, John Major, quien calificó como «irreal y excesivamente optimista» el futuro que augura para el país tras el brexit su partido. «Los obstáculos se están ignorando como si no tuvieran consecuencias, mientras que las oportunidades se inflan más allá de cualquier expectativa razonable de que se vayan cumplir las promesas», dijo. En su opinión, existe el «riesgo real» de que el acuerdo de salida que Londres negocie con Bruselas esté «muy por debajo de las esperanzas y las expectativas» que se han levantado.

El discurso se produce pocos días después de que Tony Blair, hiciese un llamamiento a los británicos partidarios de seguir en la UE para que levanten la voz contra el brexit ante el «daño real» que puede suponer para el Reino Unido.

Johnson, el ministro de meteduras de pata exteriores

Más que un ministro de Exteriores, el Reino Unido tiene un responsable de meteduras de pata especializado en herir las sensibilidades europeas. Boris Johnson parece ajeno a que su país se apresta a un proceso negociador con Europa y no desaprovecha la ocasión de molestar a sus todavía socios. La última vez la semana pasada en Múnich, donde se refirió a la salida de Londres de la UE como «una liberación». Palabras que, como se puede suponer, no gustaron a varias personas presentes en la sala y que le reprochó la diputada sueca Anna Maria Corazza Bildt.

Corazza decidió preguntarle qué quería decir exactamente con el término liberación, y ahí, Johnson dio su opinión sin ningún tipo de filtro. «Es etimológicamente equivalente a ser liberado», le respondió. «Me temo que es innegable que nosotros, el Reino Unido, no hemos podido hacer, dirigir nuestra propia política comercial durante 44 años». Las palabras le recordaron a la sueca que sus padres fueron liberados de los nazis. «No estamos ocupándoles a ustedes, ni están en una prisión», espetó al ministro.

No es la primera vez que Johnson se salta del guion con ofensas a la diplomacia que se espera de su puesto. El pasado enero, durante un viaje a la India, comparó al presidente francés, François Hollande, con un carcelero nazi en una película de la Segunda Guerra Mundial. Meses antes, Johnson apuntó que la UE era un intento de alcanzar el objetivo de Hitler de una Europa unida por medios distintos. Sus ataques de sinceridad empezaron el primer día que estuvo en el cargo, cuando dijo que sabía que «ha caído el yeso en algunas cancillerías europeas porque el resultado del referendo no fue el que esperaban».

Cuando Theresa May lo eligió como ministro de Exteriores, sabía perfectamente que ponía al frente de la diplomacia a alguien que le iba a meter en problemas en numerosas ocasiones. Pero ese fue el precio que pagó por tener a Johnson contento, dentro de su Ejecutivo y evitar que su convivencia con el resto de brexiteers se hiciese insufrible. El ministro se maneja en cinco idiomas y fue periodista antes de pasar a la política, pero sus traspiés se hicieron famosos durante su etapa como alcalde de Londres. Fue ahí cuando se hizo famoso su referencia a Obama como «el presidente medio keniano» y su descripción de Hillary Clinton como la política que tiene la cara de «una enfermera sádica».

Poco más de medio año después, Johnson no ha dejado de contradecir la estrategia de Downing Street y sigue haciendo oídos sordos a su jefa de filas. En diciembre afirmó que Arabia Saudí abusa del Islam y actúa como un titiritero en guerras de poder en todo Oriente Medio, arruinando una gira de May por el Golfo en la que alabó a la familia real saudí por su alianza de 100 años con el Reino Unido.