La benefactora mexicana del Museo

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

MEXICO

Paola Fortes regresará a su México natal la semana que viene para poder asistir al inicio del curso escolar en Connecticut.
Paola Fortes regresará a su México natal la semana que viene para poder asistir al inicio del curso escolar en Connecticut. rebeca tizón

Paola Fortes solicitó una beca en el instituto norteamericano en el que estudia para profundizar en la relación del arte de su país y el de su padre

17 ago 2015 . Actualizado a las 09:29 h.

Solo tiene 18 años y ya se ha convertido en uno de la larga lista de benefactores del Museo de Pontevedra. Paola Fortes no dudó en qué «aplicar» una de las pocas becas que cada año convoca el instituto norteamericano en el que estudia, el Cheshire Academy, en Connecticut. Una familia de exalumnos del centro escolar dona puntualmente 5.000 dólares para proyectos culturales o sociales. Es la primera vez que se la conceden a un estudiante no estadounidense. Le llena de orgullo y se nota.

Ella eligió el Museo de Pontevedra, y los 1.000 dólares que le correspondieron los empleó en hacer unos libros para niños con cuadros del Museo para colorear. Fue parte de la experiencia, una de las más enriquecedoras que le dejó su colaboración con el Museo, confiesa: una visita guiada a pequeños de unos 8 años de Ponteverán por las obras de dos artistas gallegos emigrados a México: Arturo y Uxío Souto. Aunque comparten apellido, eso es todo: ni son familiares ni se dedican a la misma disciplina. El primero plasmó su obra en lienzos y el segundo, en esculturas.

Aunque inicialmente no los conocía le acabaron fascinando, cada uno a su estilo. Del primero explica que le cautivó cómo, a pesar del cambio de temática y técnica, mantiene siempre un estilo muy personal. Y, delante de un cuadro que se llama Doble maternidad, en la que se aprecia una madre con un bebé y, al otro lado de una ventana, una yegua con un ternero, explica que el autor pintaba de noche. Una mañana no regresó a casa y, cuando sus hijos fueron a buscarlo al estudio, lo encontraron muerto: le había dado un infarto justo en el momento en el que lo terminó. No le dio tiempo ni siquiera a firmarlo.

Donación en material

Paola iba todas las mañanas un rato, de 10 a 13 horas, aproximadamente, al archivo del Museo de Pontevedra para documentarse. Como el gasto que tuvo no fue significativo y la dotación de la beca generosa, los más de 500 euros que sobraron de los libros los donó. A la joven todavía le queda un año de educación secundaria antes de empezar la universidad. Ya tiene claro qué es lo que quiere hacer: Bellas Artes y Relaciones Internacionales. Ojo: «y», no «o». «No podría decidirme, creo que no podría hacer solo una de las dos», confiesa.

De su amor por el arte en general, y la pintura en particular, viene su propuesta para la beca. La joven es hija de padre gallego y nieta por parte de madre de gallegos, de Ourense y A Lama. Sus padres se conocieron en la ciudad de As Burgas y allí se casaron y tuvieron a su primera hija, la hermana mayor de Paola. Detrás de ella llegaron su hermana mediana, la propia Paola y, por último, su hermano pequeño.

La pequeña de ellas ya nació en México. La familia se mudó a Veracruz, donde su padre expandió sus negocios de construcción, y su madre ayuda en la empresa de su hermano, situada en la capital, el Distrito Federal (D.F.). Pero el cambio de residencia no les impidió mantenerse cerca de sus raíces. Ni por parte de padre ni de madre, y desde hace 25 años acuden a la parroquia de su padre, Covelo, en A Lama, para pasar todo el verano. Llegan a principios de junio y no se van hasta que a los hijos les toca empezar el colegio, así que les quedan apenas unos días para despedirse de Pontevedra.

Gastronomía y seguridad

Entre lo que más van a echar de menos, tanto ella como el resto de sus familiares, se encuentran la comida, los paisajes y la seguridad. Fue esta última la que llevó a sus padres a enviar a Paola a estudiar a Estados Unidos con 14 años. Primero, a Indiana, donde pasó dos años en un colegio, luego a California y, por último, a Connecticut, donde quiere acabar este año el instituto.

Su sueño continuaría en Yale si fuera ella la que dibujara el futuro. Y lo hace, aunque todavía para un público selecto. De hecho, acaba de inaugurar su primera exposición artística. Como no le gusta el acrílico, comenzó con la pintura al óleo, pero lo que le tiene enganchada ahora es el dibujo.

Es precisamente esa una de las razones que llevan a su padre a intentar convencerla de que sería una gran arquitecta: primero, porque se le da muy bien la delineación y, segundo porque «a él le vendría bien en su empresa», reconoce la joven entre risas. Pero, por el momento, ella lo tiene claro.