«Había mucha sangre en la calle»

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

EUROPA

V Televisión

Jóvenes gallegas que trabajan en la capital sueca sufrieron el caos y el miedo de los primeros momentos

10 abr 2017 . Actualizado a las 11:18 h.

«¡Corran, corran!», gritaban los agentes policiales a los transeúntes que se concentraban en la calle comercial donde ocurrió el atentado, para que se fueran a sus casas y evitasen posibles ataques secundarios. Los gestos de dolor y de incredulidad se multiplicaban al ver tendidas en la calzada a las víctimas del atropello. Un testigo señaló al diario Aftonbladet que el camión «apareció de la nada». «No pude ver si alguien lo conducía, pero iba fuera de control. Vi como atropellaba al menos a dos personas. Hui tan rápido como pude», añadió. Otro testigo, Leander Nordling, estaba en el centro comercial contra el que se estrelló el camión cuando se produjo el ataque. «Hizo el mismo ruido que una bomba cuando estalla, y empezó a salir humo de la entrada principal».

«Fue terrible. Había mucha sangre en la calle, personas tiradas por todas partes», relató entre lágrimas una testigo a la televisión sueca.

Huida a pie

Para quienes no estaban en el lugar del crimen, pero sí en los alrededores, el miedo se les contagió al ver a la multitud que huía a pie. Esa es la sensación que asaltó a Beatriz Fernández, coruñesa y profesora de español. «El atentado me sorprendió en la calle -relató a V Televisión-. Fue surrealista. Estaba con una compañera en la calle Sveavägen, paralela a la del atentado, y nos impresionó el revuelo de personas que venían hacia nosotras, unos corriendo, otros aprisa. Pensé: es viernes, han comenzado las vacaciones escolares y por eso hay tanta gente. Pero a los pocos segundos recibí un mensaje de mi marido preguntándome si estaba bien, que había habido un atentado... Y al poco empezó a llegar policía, ambulancias, incluso fuerzas del Ejército. Desalojaban oficinas y mandaban a la gente para casa. El metro se cerró, los autobuses dejaron de circular, así que me vine andando para casa, como también recomendaba la embajada por Twitter. Ahora (seis de la tarde, hora española) espero que llegue mi marido, al que no dejaron salir en el primer momento pero que ya viene».

En casa de Beatriz se refugió otra joven coruñesa, Rocío Zirpoli, que trabaja en una compañía de telecomunicaciones y vive a unos 20 kilómetros del centro. «Estaba en la oficina. Me enteré por un mensaje de mi padre desde España y, de un minuto para otro, toda la oficina se revolucionó. Estuvimos allí hasta después de las cinco. Escuchábamos las ambulancias y los helicópteros, oímos que se hablaba de tiroteos y nos asustamos, como nos impresionó después ver la marea humana yéndose a sus casas caminando, incluso los que viven a una hora o a hora y media de distancia». Para Beatriz, el atentado no era tan inesperado. «Aquí nunca ves un policía en la calle, y hay mucha gente de tantas procedencias que sin duda pueden infiltrarse terroristas».