«Nadie sabía lo que había que hacer»

sophie fernández, R. P. REDACCIÓN / LA VOZ

EUROPA

Lidia Lado Pedreda
Lidia Lado Pedreda PROPIA

La bióloga gallega Lidia Lado Pedreda, que trabaja en Funchal, cuenta su vivencia de la devastación en Madeira

12 ago 2016 . Actualizado a las 09:31 h.

Entre los cientos de turistas y vecinos que asistieron impotentes a la devastación de Madeira está una gallega de 23 años. Lidia Lado, que trabaja como becaria en el Centro Interdisciplinar de Investigación Marina y Ambiental gracias a una beca, tuvo que abandonar precipitadamente su casa al ver acercarse las llamas.

Al igual que muchos de sus vecinos, pensó que el humo que veía era de un incendio alejado y bajo control. Solo entendió la gravedad de la situación al día siguiente. «A las 5.30 fui a comprar cosas. Vi una nube de humo acercarse, avisé a mis compañeros y les pregunté si ellos también lo habían visto. Se oían explosiones muy fuertes cada diez segundos», contó por teléfono.

Ante la situación cada vez más preocupante decidieron recoger todas sus pertenencias. «Apagamos todo como pudimos, retiramos las bombonas de gas y nos fuimos. La calle estaba llena de coches, nosotros íbamos andando. No sabíamos adónde ir, nadie sabía lo que había que hacer», comenta sobre su experiencia en la fatídica madrugada. Tras encontrarse por la calle con un grupo de conocidos, se dirigieron hacia un agente de policía con la esperanza de que les diera alguna recomendación, antes de decidir finalmente acudir a Caniço, a 10 kilómetros de Funchal. «Al principio fuimos andando, porque ninguno tenía coche. Vimos un microbús que nos podía llevar. Tardamos tres horas en llegar al pueblo». A su llegada encontró, junto con sus compañeros, una residencia, pero lamentablemente estaba cerrada. «Preguntamos donde podíamos dormir pero nadie nos ayudó realmente. Algunas personas nos decían que había un hotel cerca pero caro y otras que sencillamente no sabían». Ante la afluencia de gente, la residencia se abrió. «Nos encontramos con otro grupo de amigos que también se quedó. Una pareja de españoles de unos 50 años, que estaban de vacaciones, llegaron a la residencia tras el desalojo de su hotel. Les habían cobrado 20 euros por venir en autostop». Lidia recalca que la situación fue especialmente difícil porque no tenía ninguna instrucción. «Esperamos un poco en casa para ver si nos daban instrucciones pero nada. Fue un caos absoluto», indica. Lidia afirma sin embargo que permaneció muy tranquila. «Éramos once personas, no cundió el pánico, salvo al principio un poco, cuando bajamos a la calle, al escuchar tantas explosiones y al ver a la gente llorando. Hay gente que lo ha perdido todo», concluye la estudiante gallega desde su casa de Madeira.