No es el Miño, es el Charles River

pepe seoane OURENSE / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

pablo flores

En zapatillas por Boston con música de Los Suaves y sin olvidar la San Martiño

18 abr 2017 . Actualizado a las 12:12 h.

Cuando la maratón de Boston se tiñó de sangre el 15 de abril del 2103, Berta Fraga Collarte (Ourense, 1982) ya vivía y trabajaba en esa ciudad. Cuatro año después, ha vivido y disfrutado la carrera a pie de calle como voluntaria de la organización. «Después de los atentados, el día de la maratón dejó de ser una jornada de fiesta para ser también un día de rebelión: no se puede tener miedo, ni dejar que nadie te arruine la fiesta», dice ahora esta ourensana, que vivió el caos de aquel 2013 y que difícilmente olvidará secuencias de aquellas horas y el impacto de saber que a alguno de sus compañeros de trabajo le tocó muy cerca aquel suceso. «Es un milagro que no les pasara nada grave, pero se vivieron escenas de pánico, diría que escenas de guerra, con los SWAT y los coches de policía y de bomberos de un lado a otro», evoca Berta, con imágenes que confiesa nítidas, fruto del impacto de ver a corredores «perdidos, agotados y desorientados, en una ciudad tomada por las fuerzas de seguridad y sin saber cómo llegar a los hoteles donde estaba alojados». «Algunos iban envueltos en mantas térmicas. Recuerdo, en particular, a un señor bastante mayor, que iba con una de esas mantas y con las zapatillas en la mano. Me preguntó por su hotel y si sabía qué había pasado, porque él no lo tenía muy claro».

Lleva cinco años en Boston. Trabaja en banca. Y corre de forma regular, tres o cuatro veces por semana. Siempre que puede, al aire libre. A falta de Miño, le queda el Charles River. Con mal tiempo, que puede ser nieve, como este mismo año, opta por el gimnasio. «Me da hasta vergüenza reconocer que nunca corrí la San Martiño, pero la verdad es que cuando vivía en Ourense la carrera quedaba muy lejos, pero que muy lejos, de mi alcance físico. De todos modos, ahora está en la lista», dice, sin dejar de recordar que en el colegio Belén, o en Salesianos, «era del perfil ‘derramaré lágrimas antes de completar tres vueltas al campo de fútbol’. Antes de animarme y empezar a correr, en el 2012, hasta podía decir que correr era de cobardes. No sabía lo que decía. En serio, hacer una maratón es un reto tremendo, quizás no tanto por la carrera misma, que van a ser cuatro o cinco horas, sino por el entrenamiento previo y el sacrificio que exige». Con ayudita en forma de fuerte viento a la espalda siempre es más cómoda y más rápida, como ayer esperaban cuando estaba a punto de arrancar la exigente prueba, pero, pese a todo, siempre es duro.

A ella le gustan las carreras de 10.000 metros, lo cual significa que un circuito como el de la San Martiño seguirá ahí como una espinita, pero tampoco hace ascos a propuestas de media maratón, como las de Boston, Nueva York y Chicago, en las que ya ha participado. Deja claro que no es una atleta. Le gusta correr. Sin más. Se ve cómoda y se siente bien.

«¿Que si corro con música? Siempre. Con la salvedad de que mi playlist tiene de todo, e igual aparecen las Spice Girls, como Rafaella Carrá, Herdeiros da Crus o Los Suaves. La canción que más repito es I´m gonna be (500 miles) de Proclaimers».

Berta Fraga no corrió ayer quinientas millas, ni tampoco los 42.195 metros de la maratón de Boston, pero cumplió con su cometido como voluntaria. Lo hizo en una zona próxima a la línea de meta, en la calle Boylston, que es uno de los lugares más conocidos, visitados y reconocibles.

Una carrera tan exigente como la maratón de Boston -121 ediciones- requiere, por cierto, buen tiempo demostrado o dinero. Con un desembolso de 5.000 euros para alguna de las asociaciones benéficas o médicas que patrocinan la prueba, cualquiera toma la salida. Si no, solo el cronómetro abre la puerta.

Lujo en Ourense

«Depende de la edad y de que seas hombre o mujer. En mi caso, debería haber hecho alguna maratón en menos de tres horas y media», dice esta ourensana, a quien la distancia hace valorar la excelencia de un espacio natural como el que Ourense ofrece. «A ver en cuántos sitios de España te puedes hacer una ruta en bici, o corriendo, rodeado de verde, en medio de la ciudad, por la orilla del río, cruzando los puentes y al rematar se encuentre allí mismo unas termas... ¡Runners go to The Chavasqueira!».