«Si uno se esfuerza puede llegar a donde quiera, por muy lejos que sea»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

ESTADOS UNIDOS

Míriam Velay, doctora en Ingeniería, natural de Fisterra, trabaja desde este mes en la mejor universidad internacional de ingeniería civil

19 dic 2016 . Actualizado a las 09:40 h.

A Míriam Velay Lizancos le hubiera gustado estar ayer en Fisterra, su pueblo natal, para acompañar a su ahijada en su cumpleaños. Es la primera vez que se lo pierde, pero la vida es así. Doctora en Ingeniería Civil por la Universidade da Coruña, donde estudió la carrera de ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, desde hace unos días trabaja como investigadora posdoctoral en la Lyles School of Civil Engineering, en la Universidad de Purdue, Indiana, Estados Unidos. Está considerada como la mejor universidad del mundo en ingeniería civil según el ránking de Shangai. Un centro de élite. «Para mí es un honor y un privilegio trabajar aquí, donde estudió, entre otros, el primer hombre que pisó la luna, el ingeniero y astronauta Neil Armstrong», señala.

Míriam, de 29 años, doctora desde mayo «con la inmensa suerte de tener como directores de tesis a dos grandes personas y profesionales como Isabel Martínez Lage y Miguel Azenha», en su nuevo destino trabaja en el área de materiales «con grandes investigadores».

La Escuela de Ingeniería civil está en el campus de West Lafayette, con hermosas vistas que siempre ayudan a hacer más placentera la investigación. Estos días hace frío, «pero no más que el de hace un mes de tapas en Lugo», bromea. Y nieva. Y hay canciones de Navidad por todas partes. Como en las películas: «A veces, parece que estás en una de ellas».

Comparte espacios con gente de numerosas nacionalidades, por lo que entienden la situación de los recién llegados y «son extremadamente amables». Lo explica: «No te sientes como un extranjero rodeado de gente en un país ajeno al tuyo, sino parte de un lugar en el que cada uno viene de un sitio y todos estamos en una situación similar».

La diferencia horaria es de seis horas. Cuando llega a casa, en Fisterra son las 2 de la madrugada. Las nuevas tecnologías ayudan mucho a mantener el contacto, pero esto también le pasaba cuando estaba en A Coruña o trabajaba en el CTAG de O Porriño, con la diferencia de que el fin de semana no puede acercarse a casa. «Aquí no me puedo quejar, pero como en Fisterra, en ningún sitio», reconoce. Al menos en las Navidades sí estará.

Los retos

Ha tenido que enfrentarse a los típicos retos. Como el idioma. «El inglés, mejor de lo que pensaba. Pensé que iba a ser más duro, pero la gente me entiende y yo les entiendo a ellos. Es lo bueno de estar en un lugar tan multicultural». El impacto de Trump, de momento, no lo ha percibido: «En Purdue la gente muy abierta, de infinidad de nacionalidades», explica. Su día a día tampoco es muy distinto de cuando trabajaba en la Universidade da Coruña. «Trabajo muchas horas. Mi día a día se reduce a trabajar, hacer la compra y poco más. Durante el fin de semana tengo la ventaja de que puedo ir a Chicago, que está a dos horas, o a Indianápolis, a poco más de una, dos lugares muy interesantes y muy bonitos. Chicago es como en las películas, tal cual. La comida es lo que peor llevo. Durante los primeros días, en un hotel, todo era comer fuera y no es fácil acertar al principio. Ahora ya estoy en una casa, la típica de USA, con su jardincito, su buzón, y el jardín grande en la parte trasera».

Desde tan lejos, y en ese sitio, es un buen momento para echar la vista atrás y hacer análisis. O elaborar máximas de vida. Una: «Yo creo firmemente que gran parte del éxito de una persona se debe a la gente que le ha acompañado durante su camino. No creo que pueda decir que tengo éxito como tal, sería decir demasiado, pero si hoy estoy trabajando en la mejor universidad del mundo en ingeniería es sin duda gracias a toda esa gente que me ha acompañado alguna parte de mi camino: padres, familia, pareja, amigos, Maxo y el resto de profesores, mi ahijada Valeria, mis sobrinos Adriana y Mateo, que en los momentos duros saben sacarme una sonrisa y darme fuerza. Todos han contribuido a que llegase de Fisterra a la Purdue University».

Maxo fue su primera profesora del colegio, en el Mar de Fóra, a la que evoca «con mucho cariño». Y otra máxima, además de consejo: «A mí me gustaría decirle a los niños y niñas de Fisterra, que ahora son como yo cuando me daba clase Maxo, que si se esfuerzan pueden llegar a donde quieran, por muy lejos que sea. No importa donde empieces tu camino, puede comenzarlo en el fin del mundo y llegar a donde te propongas».