Castañas gallegas en las Ramblas

ESPAÑA EMIGRACIÓN

Beatriz Pérez

El único puesto que queda en este paseo de Barcelona lo regentan dos primos, hijos de dos hermanas de Triacastela, que se hicieron con él hace más de 50 años

30 dic 2016 . Actualizado a las 08:54 h.

Faustina Rodríguez Carballo, una mujer que se ganó a pulso la denominación de emprendedora, natural del concello lucense de Triacastela, se hizo a principios de los años 60 con uno de los más de 100 puestos de castañas repartidos por toda Barcelona, de los que actualmente apenas sobreviven una veintena. Lo consiguió en un lugar privilegiado, Las Ramblas, en la zona más próxima a la plaza de Cataluña, e incorporó con ella en el negocio a su hermana Herminia, que también dejó la casa familiar de la parroquia de Santalla, en la montaña lucense, para probar fortuna en la emigración. Hoy son sus hijos, que se llaman igual -las hermanas, ya fallecidas, estaban casadas con hermanos-, Rafael García Rodríguez, junto a sus mujeres, Montserrat Mayral y Mari Carmen José, quienes regentan la única castañera que queda en el singular paseo de la Ciudad Condal, un negocio que funciona de octubre a enero. 

De Ourense a Barcelona

La otra parada de castañas y boniatos, como se conoce en la ciudad este tipo de quioscos, estaba situada frente al mercado de La Boquería. Lo atendió durante las últimas décadas una mujer que lo acaba de dejar. Ya no abrió para la castañada del 31 de octubre, una fecha emblemática para los catalanes en el consumo tanto de castañas, como de boniatos. Los derechos de estos puestos, hereditarios por línea familiar, se renuevan cada año para poder montarlos en el mes de octubre y levantarlos en enero. Este tipo de negocios son, según Rafael García, un complemento de la economía familiar. 

La mayor parte de las castañas que despachan proceden de los soutos ourensanos. «Cuando hay castaña gallega -asegura Rafael García, el hijo de Herminia- no asamos de otra. Las tenemos prácticamente durante toda la campaña, salvó al principio, que viene de Andalucía, y al final, cuando se agota la de Ourense, que consumimos la de Portugal o de Turquía porque no nos queda más remedio». «Nuestros clientes catalanes -añade- nos preguntan siempre si es gallega. Les gusta más porque tiene mejor sabor, con diferencia, y pelan muy bien. Las de la cosecha este año fueron excelentes». 

Los García Rodríguez aprendieron el oficio de sus madres, que eran unas personas muy conocidas en Las Ramblas por su carácter alegre y abierto y que desarrollaron un sexto sentido para los negocios. Siguen asando las castañas a fuego lento, con carbón vegetal, en unos calderos de la misma factura que los que usaron las pioneras. Las despachan en conos de papel de periódico y revista, a tres euros la docena, desde un puesto privilegiado por delante del que pasan la mayoría de los turistas españoles y extranjeros que visitan la Ciudad Condal. Muchos de ellos son cruceristas cuyos barcos atracan en el muelle del fondo del paseo. Entre los clientes extranjeros, los más fieles son los italianos, que se pirran por las castañas gallegas asadas, según comentó García.

En la parada de Las Ramblas compraron personas muy conocidas como Jordi Pujol, en su etapa de presidente de la Generalitat, Ferrán Adriá o Los Morancos. El último famoso al que recuerdan haber vendido un cono de castañas fue al televisivo Dinio, hace unos días. 

Epicentro castañero

Si Triacastela fue famosa a principios de este siglo como epicentro sísmico, también ocupa un lugar destacado en la historia de las castañeras de la Ciudad Condal. Faustina y Herminia no fueron las únicas en el negocio. Santalla, Cancelo, Vilar y As Pasantes son las parroquias de origen de otros emigrantes, mayoritariamente mujeres, que complementaron las economías familiares con la venta de este fruto en diferentes paradas de la ciudad. En muchos casos todavía siguen conservando los derechos adquiridos.