«Caían olas que no sabía ni de dónde venían, por poco vuelco tres veces»

Mónica Pérez Vilar
Mónica P. Vilar REDACCIÓN / LA VOZ

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Mónica P. Vilar

El gallego Jorge Pena cruza el Atlántico en un bote con el que partió de La Gomera y con el que pretende llegar a Antigua

28 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Es una machada, si lo sé no lo hago» dice entre risas Jorge Pena desde un bote de poco más de siete metros de eslora en mitad del Atlántico. Esa pequeña embarcación es su casa desde que el pasado 14 de diciembre salió de La Gomera con rumbo a la isla de Antigua, en el mar Caribe. Lo hizo acompañado del madrileño Jesús de la Torre. A sus 53 y 64 años, respectivamente, Jorge y Jesús se convirtieron en los participantes más veteranos de la Talisker Whisky Atlantic Challenge que pasa por ser la regata más dura del mundo. Más de 3.000 millas náuticas (5.500 kilómetros) sin más impulso que el de los propios remos.

Si el asunto ya parece una proeza de por sí, el destino ha acabado por convertirlo en una hazaña heroica para Jorge que desde el 16 de diciembre rema en solitario. Graves mareos y el fuerte golpe de una ola que le provocó una conmoción obligaron a su compañero a retirarse. «Le dije a Jorge que no podía seguir. Y mientras esperábamos a que vinieran a rescatarme él me dijo que se veía capaz de tirar para delante e ir él solo hasta Antigua. Le pregunté ¿tú estás seguro? Y me dijo: sí» nos cuenta ya desde Madrid.

Dicho y hecho. El coruñés se quedó remando solo en medio del Atlántico. Pero a diferencia de otros participantes que abordaron el reto en solitario, él tiene que impulsar un bote pensado para dos personas y afrontar el exceso de peso que supone tanto el tamaño de la embarcación como las provisiones duplicadas. «La organización tuvo que autorizarle a seguir. Ahora cuando hablan con él alucinan mucho. No pensaban que podría llevar el barco él solo. Le animan bastante y le dicen que es un campeón» explica su mujer, Encarni Ardura, que sigue desde Pontedeume su extravagante aventura.

Ella es el único contacto diario de Jorge con el mundo. Todas las mañanas hablan un par de minutos a través de un teléfono satelital. Así que Encarni sabe mejor que nadie el infierno que ha pasado Jorge. «Nada más quedarse solo sufrió unas semanas de muy mal tiempo. No conseguía avanzar y eso le afectaba mucho psicológicamente». Aunque en realidad, aquello fue mucho más que un problema mental. En la regata de este año se han vivido las peores condiciones que se recuerdan.

Un mes muy duro

«Ha tenido un mes durísimo soportando 28 días de temporal, con olas de 8 y 10 metros y vientos de más de 100 kilómetros por hora» explica Jesús. Jorge lo ratifica: «todos los días pensaba: que me saquen de aquí, me quiero ir de aquí, no lo aguanto, esto es insoportable. El bote se movía para todos los lados, me caían olas que ni sabía de dónde, estuve a punto de volcar tres veces... Estuve muy muy mal.»

Pese a todo aguantó. Y en poco más de 40 días logró recorrer más de 2.000 millas. El tiempo también se ha puesto de su parte y ha mejorado. «Ahora ya voy cuesta abajo» bromea mientras afronta las últimas 800 millas de su viaje. En él le acompaña desde hace unos días una golondrina que le visita cada mañana y cada tarde. «Revolotea un rato a su alrededor y luego se va. Y a Jorge le hace ilusión. Es una manera de salir de la rutina de remar» cuenta su mujer. No es el único animal que le acompaña. También le ha tocado ver alguna aleta de tiburón.

Desde Madrid, Jesús sigue la aventura de Jorge con tensión y también con envidia. «Cada noche me arrepiento de haber abandonado. Y no puedo ni hablar de esto. Me emociono. Cuando llamo a Jorge acabo llorando. Lo que él está haciendo nadie se lo puede imaginar. Llegará a Antigua y Encarni y yo estaremos allí para abrazarlo». Esperan que el ansiado reencuentro llegue este próximo Carnaval. Jorge está deseando el abrazo pero no le importaría que fuera acompañado de algún dulce de Antroido «estoy hasta las narices de comida liofilizada. ¡Unas orellas, unas filloas o unos freixós serían la repera!».