La revolución gallega que explotó en Cuba

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

CUBA

Fidel Castro estuvo rodeado desde sus primeros pasos en la selva por gallegos que dejaron huella en la isla

29 nov 2016 . Actualizado a las 12:10 h.

Desde el hervidero galleguista que los exiliados habían conseguido activar en Argentina, Neira Vilas cantó las afinidades que veía entre el colectivo de políticos gallegos afincado en Latinoamérica con los grupos patrióticos que con el Movimiento 26 de Julio habían empezado a plantar cara a la dictadura de Fulgencio Batista. «Ves de raza, Fidel, que non dobrega: sangue galego nas túas veas hai, es herdeiro de celme dun gran pobo disposto sempre a defender seu chan», escribía el autor de Memorias dun neno labrego mientras Castro avanzaba en Sierra Maestra.

Esa misma sangre corría por el cuerpo de otros jóvenes que encontraban en la lucha contra Batista una forma de devolver el golpe a la dictadura franquista que a ellos o a sus padres los había obligado a abandonar su tierra por activismo o pobreza. Manuel Piñeiro Barbarroja, los hermanos Díaz, la familia Ameijeiras, los hermanos Santamaría, Xosé Rego López, Dora Carcaño o María Araújo son algunos de los gallegos que dejaron su aportación a un movimiento que acaba de cerrar un capítulo con la muerte de Fidel Castro.

«Ya en el asalto al cuartel de Moncada la mayoría de los que allí participaron eran hijos de gallegos», advierte Lois Pérez Leira, autor del libro Cuba, los gallegos y el Che, al hablar sobre el primer acto de la revolución cubana, que aunque fracasado, impulsaría definitivamente el liderazgo de Castro. En la creación de la primera célula revolucionaria estuvo presente el gallego Pedro Trigo, señala el investigador vigués. Trigo, nacido en Cuba pero criado en Viveiro, la cuna de sus padres, fue de hecho quien aportó la mayoría de los uniformes utilizados en el asalto.

Las raíces de Ribadavia fueron trasplantadas a Encrucijada por Benigno Santamaría. Su hijo Abel quedaría profundamente marcado por las experiencias de su hermano Aldo en la guerra civil y su voluntad de combatir golpes semejantes le haría coincidir para siempre con Fidel Castro en las primeras revueltas contra Batista. Él lideró un grupo en el asalto al cuartel de Moncada, y Fidel y Raúl Castro los otros dos. El papel de Santamaría quedaría para siempre glosado en El Elegido una de las piezas más identificables de las cantadas por Silvio Rodríguez.

La herencia de Tui también estuvo presente en el mismo asalto con la participación del fotógrafo Fernando Pinard Piña, que vendió su cámara para comprar su fusil. A él le encargó directamente Fidel que diese la orden de retirada, mandato que nunca llegaría a poder cumplir al perder la vida en su incursión.

Ida y vuelta

Al concello lucense de A Pastoriza llegarían en la vuelta a Galicia los padres de Óscar Fernández Mell, cuando el pequeño contaba solo un año. Pero la guerra civil les haría volver a tomar el camino de vuelta. Sierra Maestra sería su campo de prácticas médicas. De hecho suyo es el mítico vendaje del brazo con el que aparece el Che en una de sus imágenes más reconocibles. Oscarcito fue además el copiloto de la primera incursión automovilística del guerrillero, al que acompañaría en varios hitos de la revolución como la batalla de Santa Clara.

Del puerto de Vigo y procedente de A Pobra de Brollón partió en 1951 Manuel Díaz con su familia. El boxeo fue una de sus primeras actividades en Cuba junto a un duro trabajo en una vaquería, relata Pérez Leira. Sus hermanos siguieron antes que él el camino hacia Sierra Maestra, donde, como señaló a La Voz, se fue tras encontrarse a diario a amigos que aparecían muertos en las cunetas de Santiago de Cuba «por ser solo jóvenes y por tanto sospechosos».

Barbarroja, el comandante Manuel Piñeiro, fue otro de los hijos de Galicia que avanzó con la revolución desde sus primeros pasos. Su padre había partido de la parroquia lucense de Río Bo dedicándose a la hostelería, sector en el que el mítico barbudo llegó a probar suerte en Nueva York, años antes de llegar a ser jefe del servicio de inteligencia cubana.

La lucha antifranquista llevaría a otros gallegos, como María Araúxo, a tener que volver a Cuba después de haber regresado a su tierra. Tras enfrentarse incluso en su Vigo natal a los soldados nacionales y pasar por la cárcel de la calle del Príncipe, Araúxo llegó a movilizarse contra la invasión de playa Girón, por lo que fue condecorada por Fidel en persona.