«Los rohinyás tienen el reloj parado»

Laura García del Valle
Laura G. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

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La compostelana Patricia Trigales trabaja desde hace un mes en Bangladés
La compostelana Patricia Trigales trabaja desde hace un mes en Bangladés Médicos sin Fronteras

Desde agosto, más de 655.000 musulmanes birmanos han tenido que huir a Bangladés. Allí la gallega Patricia Trigales trabaja para devolverles la salud y la dignidad

29 ene 2018 . Actualizado a las 11:21 h.

«Nos golpeaban, quemaban nuestras casas y nos arrebataban el ganado. Pero ahora tampoco tenemos comida porque por las noches vienen y nos la roban. No sé lo que tenemos que hacer, si quedarnos o irnos, pero haremos lo que haga falta para sobrevivir». Fatia acaba de cumplir 18 años, y ha pasado más penurias de las que la mayoría de personas van a vivir en toda su vida. Y todo por ser rohinyá. Fatia forma parte de esos más de 655.000 musulmanes apátridas en Birmania que desde el 25 de agosto, día en el que estalló la oleada de violencia en Rajine entre los rebeldes rohinyás y el Ejército del país, han huido a Bangladés en busca de un futuro que en la actualidad se vislumbra muy negro.

No les quieren. Más bien no existen. Y a la angustia de saber que dejan atrás una vida que probablemente nunca van a recuperar se le añade la total indiferencia de la Nobel de la Paz y líder de facto de Birmania, Aung San Suu Kyi, que no solo niega la limpieza étnica, sino que ha defendido la implicación militar en la ejecución de los rohinyás. Escapar es la única solución para la mayoría, aunque al otro lado de la frontera la situación se presente apocalíptica a corto plazo.

El clima, en contra

En este terreno hostil por la falta de recursos para asistir a los cientos de miles de refugiados, por las condiciones climatológicas y por la incapacidad para ofrecer información a los recién llegados sobre cómo están sus familias se encuentra Patricia Trigales. Esta compostelana es coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras y trabaja en varios asentamientos donde la entidad tiene proyectos.

Lleva más de quince años prestando su ayuda y conocimientos en Haití, Angola, la India o Yemen, pero desde hace un mes trabaja «24/7» por devolver la dignidad a estos grandes olvidados. Reconoce que nunca había visto una situación parecida a la que, desde hace un mes, comparte con otras dos compañeras gallegas en Bangladés. «Hemos tenido que hacer frente a un brote de difteria, una enfermedad olvidada a la que no sabíamos enfrentarnos pero en la que ahora somos un referente; a graves problemas de salud mental propios de quienes lo han perdido todo; a casos de violaciones que, por desgracia, creo que conocemos menos de los que existen; y a los horribles testimonios de mujeres embarazadas que pierden a su marido y no podrán trabajar porque aquí no tienen trato de refugiados, así que solo viven de lo que les damos las organizaciones», explica Trigales. Pero añade: «Lo peor está por llegar».

Restricción al otro lado

«Los rohinyás tienen el reloj parado. El tiempo congelado. No saben cuándo van a poder volver a Birmania y, en caso de hacerlo, saben que no tendrán nada de lo que dejaron. Por otro lado, aquí se esperan fuertes lluvias, y las casas que han construido con plástico y bambú no van a poder resistir». A esta preocupación Trigales le suma el hecho de que, desde agosto, el Gobierno birmano les ha prohibido trabajar al otro lado de la frontera. «Sabemos lo que pasa por lo que nos cuentan cuando llegan aquí», comenta. No obstante, esta gallega que no se considera más que el vínculo de una sociedad solidaria, no pierde la ilusión ni le flaquean las fuerzas a la hora de agradecer la colaboración de los gallegos: «Podemos tratar brotes de sarampión o construir pozos gracias a los fondos privados de mucha de la gente que está leyendo esta página. Y quiero decirlo desde aquí».