«Marcharme a África fue la mejor decisión que tomé en mi vida»

Loreto Silvoso
LORETO SILVOSO A CORUÑA / LA VOZ

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paco rodríguez

«La nueva Isabel Zendal» trabaja en una casa de huérfanos de Mozambique

15 ene 2017 . Actualizado a las 08:51 h.

La biografía de María José Castro (A Coruña, 1960) tiene un enorme paralelismo con la de Isabel Zendal, la enfermera coruñesa que acompañó a los 22 niños huérfanos de la Expedición Balmis para llevar la vacuna de la viruela a América. Enfermera como ella, María José lleva diecisiete años trabajando en una casa de huérfanos en Mozambique.

-Isabel Zendal fue la primera enfermera de la historia en misión humanitaria internacional. ¿Conocía su historia antes de que le dieran a usted el premio que lleva su nombre?

-Precisamente empecé a investigar sobre ella a partir de que me dieron el premio. Fue ahí cuando me di cuenta de la importancia tan enorme que tuvo y me sentí todavía más orgullosa por recibir este galardón.

-Así que le hizo ilusión.

-Sí, mucha. Soy coruñesa como ella, enfermera como ella y trabajo en educación para la salud. Entendí por qué me habían dado el premio. Hay un paralelismo entre ella y yo. La casualidad fue que, justo dos días después de llegar yo a A Coruña el mes pasado, una amiga me dijo que había una presentación de la Asociación Isabel Zendal.

-Cierto. La entidad acaba de nacer con la intención de fomentar el protagonismo de Galicia en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

-Pues fui a la presentación, hablé con ellos y pude conocer a Antonio López, el investigador de la historia de ella. La verdad es que fue muy emocionante.

-También Televisión Española estrenó en diciembre una película sobre la historia.

-Sí, lo sé. Para mí, desde que me llamaron, fue todo una sorpresa.

-Como Isabel Zendal, usted trabaja en una casa de huérfanos.

-Sí, pero yo trabajo con niños huérfanos y con niños que han sido abandonados también. Algunos no tienen a nadie y, otros, tienen madre o padre, pero los han dejado en la calle o abandonado allí directamente.

-¿Cuáles son las principales carencias de estos niños?

-La alimentación, la educación...

La casa es una familia para los que no tienen familia.

-Y usted es como su tía.

-Sí, allí hice y hago de enfermera, de profesora y de tía de todos los niños de la casa, que son 150. También hago desarrollo rural en las aldeas de alrededor de la casa. Ahí es donde entra más mi labor. Soy la enfermera de la casa, pero organizo un programa de salud comunitaria en las aldeas de alrededor.

-¿Cuándo decidió irse a África?

-En 1999. Llevaba años colaborando y apoyando diversas causas sociales, pero ese año me surgió la oportunidad de irme a Mozambique. A través de un amigo, me propusieron desarrollar un programa de salud comunitaria. Le dije, miren soy enfermera y soy profesora. A lo mejor, puedo ayudar en algo.

-Y vaya que ayudó.

-Es como ese sueño que esperas durante mucho tiempo y finalmente se hace realidad. Yo tuve interés en irme allá desde que era pequeña. Me fui, pero antes arreglé mi situación laboral aquí.

-¿A qué se dedicaba?

-Tengo mi plaza en el instituto de Monte Alto, en el IES Ánxel Casal. Soy enfermera y daba clases en la rama sanitaria. En principio me fui por seis meses, pero luego ya me quedé.

-Renunció a su vida anterior por completo. ¿Se arrepiente?

-En absoluto. Marcharme a África fue la mejor decisión que tomé en mi vida.

«Este es el tercer año de sequía y la situación es complicada»

Hace dos años, la Asociación Española de Enfermería Comunitaria decidió crear, junto a la Cátedra Balmis de Vacunología de la Universidade de Alicante, el premio Isabel Zendal, para distinguir anualmente la mejor labor en el campo de la enfermería de salud pública. Ese es el terreno en el que trabaja la galardonada este 2016, María José Castro.

-¿Cómo es un día en su vida?

-Hay muchos frentes abiertos contra los que tenemos que luchar allí. Son muchas necesidades: de hambre, de salud... Así que todos los días hay que resolver muchas cosas. Ahora estamos en el tercer año de sequía y la situación es complicada. La gente en las aldeas no tiene nada para comer; y a eso hay que sumarle el problema de salud. Diariamente, tengo que luchar contra todo eso.

-¿Recibe más de lo que da?

-Definitivamente, sí. En África, la sonrisa te cautiva. No falta siquiera ante situaciones desastrosas. He visto a gente que por un vendaval había perdido la casa que hiciera con todo su esfuerzo y, al día siguiente, empezar ya a reconstruirla con todo el optimismo. Es increíble.