Campeón también en solidaridad

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez REDACCIÓN / LA VOZ

COOPERANTES

El bicampeón europeo de fútbol playa Miguel Beiro, de Carnota, se enrola en una ONG veterinaria en Uganda como colofón y paréntesis final a su carrera deportiva

11 ago 2016 . Actualizado a las 09:43 h.

Eran los futbolistas de moda. Estrellas sobre la arena, con sus chilenas y sus goles imposibles. España, bicampeona de Europa, cuarta del mundo. Galicia era el tronco de la selección revelación de ese deporte emergente, el fútbol playa. Y, desde el año 2006, Miguel Beiro (Quilmas, Carnota, 1988) brillaba con ellos. Dos clasificatorios europeos para la Copa del Mundo y un Campeonato de Cataluña jalonan el palmarés del jugador del Barcelona. Pero le faltaba algo.

«Compitiendo viajamos por casi todo el mundo. Pero del aeropuerto al hotel y del hotel al estadio. Entrenar, descansar, competir y descansar», avanza Beiro. Hasta Río 2013. Fue el punto de inflexión en el corazón de Miguel Beiro: «Veíamos la playa de Copacabana y un buen hotel. Y, como siempre, te ibas como si no vieses nada. Pero esa vez pude visitar la favela donde se grabó la película Tropa de élite, y empecé a sentir qué quería viajar para ver otras cosas y ayudar en lo que pudiese».

De modo que se decidió a seguir el ejemplo de su novia, Anna, y emprender un viaje de voluntariado a Uganda con la oenegé Daktari de Andorra, una asociación de cooperación veterinaria que se centra en el trabajo con los animales domésticos cercanos a las zonas protegidas.

«Estos animales son el sustento de muchas familias, por tanto sus enfermedades pueden causarles la muerte, lo que supone una pérdida enorme, o pueden ser transmitidas a los humanos. Nuestro trabajo allí consistía en desparasitar ganado, combatir la rabia en perros y gatos y prestar ayuda en todo lo que pudiésemos», explica el gallego.

El internacional de fútbol playa afrontó jornadas de trabajo desde las seis de la mañana hasta las ocho de la tarde, sin apenas tiempo para comer y con distancias enormes para cubrir por carreteras en muy mal estado. «Trabajando en las condiciones que tocaban, es duro», resume.

«Pero ahora, recordando todo lo vivido, siento que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Compartir con la gente de allí, ver cómo viven, entender su cultura y que ellos valoren lo que haces y te lo agradezcan con lo poco que tienen llena, y mucho», argumenta. «Los niños trabajan, van a la escuela, juegan, en ocasiones, pero no lloran ni se enfadan por tonterías. Aprendes a valorar lo que tienes y la suerte de haber nacido donde hemos nacido», relata.

El gallego rescata un par de atípicas situaciones: «Pese a ser considerados domésticos, tienen poco de eso. Y con las vacas, algo parecido. Algunas tienen cuernos de más de un metro de longitud y una fuerza descomunal. El primer día, una cornada ya me rompió el pantalón. A Jesús Muro, el presidente de Daktari, también le dejaron la cara bonita...».

«En una de las jornadas más largas de trabajo, cuando ya llevábamos más de 400 vacas, decidimos que nos teníamos que ir, ya que nos quedaba una hora y media de coche hasta casa. Pinchamos una rueda. La cambiamos y después una pieza metálica nos reventó otra. Así que nos tuvimos que quedar a dormir cinco personas en el coche en el medio de un camino», recuerda.

«Animo a todos los que se vean con fuerzas y ganas a que se pongan en contacto con Daktari para informarse de en qué pueden ayudar. Pequeños gestos son los que ayudan a cambiar las cosas», concluye Beiro, que seguirá vinculado al fútbol playa y al Barcelona, pero ya desde otra perspectiva personal y profesional.