«Castelao tiña un soño: volver»

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

ARGENTINA

Gustavo Rivas

La intelectualidad gallega acogió a Mario Rodríguez en Buenos Aires y le dio la oportunidad de hablar a diario con el insigne galleguista, al que traía sus analgésicos y recuerdos de Galicia

08 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Facía as xestións do laboratorio ante os bancos a toda présa para chegar canto antes á casa de Castelao e falar con el, escoitalo cada día e aprender dun home tan completo. Era único», zanja por adelantado Mario Rodríguez Gómez (Tomiño, 1931). Pintor, hostelero, representante de artistas, jefe de cocina, fue una de las personas que más conversó con Castelao en los últimos años de vida del «pedestal do galeguismo», como lo define.

El último alcalde republicano de Tomiño tiró de él en 1948 hacia Buenos Aires cuando tenía 17 años para quitarle la nube negra que persiguió a su familia desde el golpe del 36 y el fusilamiento ese mismo año de su padre, una figura política del agrarismo amigo del propio Castelao, de Paz Andrade y Alonso Ríos. La intelectualidad gallega lo acogió en la capital argentina y le dio trabajo en el afamado laboratorio del doctor Andreu.

«Alí facían cigarros balsámicos, papel de lear e pastillas para a tose, e a min puxéronme a facer os bancos. Levaba os cheques, ingresaba o diñeiro, e facíao a toda présa sempre, porque tiña outro encargo máis importante, levarlle case a diario a medicina a Castelao á súa casa e conversar con el».

A sus 86 años, Mario Rodríguez exprime su memoria excepcional para relatar diálogos enteros con las personalidades que se han cruzado en su vida de película, de drama y alegría, de escuchar fusilamientos en Tui a moverse con la música de los más significados artistas latinos de los sesenta.

Con todo, conocer a Castelao es uno de sus grandes tesoros. «A medicina que lle levaba era espasmo cibalena», dice a modo de perla de su memoria. Un analgésico para mitigar el dolor que sentía el galleguista por el cáncer que acabó con su vida, y aunque él no supo exactamente qué era lo que le apagaba, al final fue consciente de que «xa está aquí o corvo».

Mario Rodríguez llegaba a casa de Castelao siempre sin fuelle por la prisa con la que hacía antes la parte más prosaica de su trabajo. «‘Virginia -dicíalle á súa muller- dálle o café con leite a este mozo’. ¡Para que carallo quería eu un café!, o que quería era un chiquito de viño, porque sempre chegaba afogado, pero ó final tomaba o café con leite mentres conversabamos neses últimos anos da súa vida». El tema era único: Galicia. Castelao preguntaba al joven tomiñés todo lo que se le ocurría sobre cómo estaba su tierra, de la que se había tenido que marchar en el 36. «Quería modificar o sistema galego, porque a xente vivía moi mal. No campo non había nada, e iso impresionábao moito», rememora.

«Castelao tiña un soño: volver», resume así las horas de conversación, que incluso se prolongaron a finales de 1949 y a comienzos de 1950 cuando Mario Rodríguez era uno de los pocos a los que Castelao dejaba pasar hasta su cama en la que moriría, en el hospital del Centro Galego de Buenos Aires.

«Eu levei debaixo do brazo días despois á imprenta o orixinal de As cruces de pedra na Galiza», la última obra escrita por el galleguista y que fue publicada de manera póstuma ese mismo año por la imprenta López de la capital argentina.

Mario recuerda las carrozas del séquito fúnebre, y el impresionante velatorio que se rindió a Castelao. «Foi como o de Evita, impresionante, chegou xente de toda América», asegura, advirtiendo que ya no queda nadie vivo más que él que conociese bien a Castelao.

Mar del Plata se convirtió en el segundo escenario laboral de Mario Rodríguez, pero los peronistas dieron al traste con su negocio de hostelería. Se hizo representante artístico y vivió deprisa. «Non tiven tempo nin a casar», dice sin lamentarse, mientras abre en su memoria otro capítulo laboral, en Londres, donde se hizo artista.