Dos exiliados que nunca perdieron el miedo por lo sucedido en 1936

Luis Lamela

ARGENTINA

Los hemanos Jesús y Manuel Miñones dejaron Corcubión y fueron a América

13 oct 2017 . Actualizado a las 09:24 h.

Jesús y Manuel Miñones Bernárdez no fueron emigrantes al uso: ellos fueron exiliados, y, por lo tanto, con un desgarro interior mucho más fuerte que aquellos.

Nacidos en Corcubión, Jesús en 1902, y Manuel, en 1898, los dos fueron copropietarios de la Casa de Banca Manuel Miñones Barros y hermanos del diputado nacional que fue fusilado por los sublevados franquistas en 1936, Pepe Miñones.

Jesús estaba casado, tenía varios hijos y residía en julio de 1936 en Corcubión. En 1938 tuvo que exiliarse ante la persecución a la que fue sometido por los falangistas de su pueblo y por las autoridades franquistas, temiendo que le matasen como a su hermano Pepe.

Después de ser encarcelado y sometido a un consejo de guerra, que finalmente fue sobreseído, logró embarcar en Lisboa en el vapor Monte Sarmiento y arribar a la Argentina el 4 de mayo de 1938. Entró en Buenos Aires como funcionario consular, después de desempeñar en Corcubión el cargo de Vicecónsul argentino y con posterioridad a su llegada a tierras australes le siguieron su esposa e hijos.

Por su parte, a Manuel, soltero y médico forense de Corcubión, la sublevación franquista le impidió regresar de Madrid, obligándole a exiliarse después de conocer que habían fusilado a su hermano Pepe y perseguido y encarcelado a Jesús. De Madrid se trasladó a Marsella (Francia) y desde allí cogió el vapor Mendoza, llegando a la Argentina el 3 de mayo de 1937, país en el que ejerció su profesión de médico. Manuel fue también directivo de la Agrupación de Intelectuales Demócratas españoles y amigo personal de Luis Seoane, Isaac Díaz Pardo y otros ilustres exiliados.

A principios de los años 70 visitó a su madre en Corcubión, aún temiendo problemas con la dictadura de Franco, pero los años habían calmado a los perseguidores y nada sucedió en esta visita.

Regresó a la Argentina con intención de preparar su regreso definitivo a la villa de San Marcos; no obstante, la muerte por un infarto de miocardio le impidió cumplir este deseo, enterrándose en Buenos Aires. Jesús (en la imagen) falleció también en el exilio sin poder regresar nunca a su tierra de origen. El miedo, por lo sucedido en 1936, nunca le abandonó.