El hombre araña que cuida y mantiene árboles en Alemania

C. Pereiro PONTE CALDELAS / LA VOZ

ALEMANIA

Su pasión por la trepa y la escalada nació en la escuela de Lourizán, para después convertirse en parte de su día a día

12 nov 2016 . Actualizado a las 08:49 h.

Pocas superficies, por no decir ninguna, se le resisten a Daniel Rosselló. Sus manos y sus pies siempre encuentra el apoyo que necesita para subir un metro más, y, por si esos poderes de Spider-man no fueran suficiente, también cuenta con sus propias telarañas para descolgarse por los árboles.

Dani, como suelen llamarlo sus amigos, es el subcampeón actual de España en trepa de árboles. ¿De eso hay un campeonato estatal? Se preguntarán. Por supuesto. «En realidad soy arbolista, bueno, yo digo arborista, que hay una pequeña discusión sobre el tema, pero esa es mi profesión como tal», ríe.

«Empecé en la escuela de Lourizán con Alfredo, el monitor que allí había. Comencé con la rutina de trepar árboles y a escalar a la vez, fui desarrollando ambas disciplinas casi al mismo tiempo, de forma paralela. A veces dedico más tiempo a una que a otra», confiesa. En los últimos tiempos, la trepa de árboles es por donde aprieta el pontevedrés que ha mudado hace unas semanas de residencia. Ha cambiado Ponte Caldelas por Alemania, un país en el que ejerce su vocación y su profesión.

«Subirse a un árbol, trepar por él es solo una herramienta o un paso para llegar a la copa. Un arbolista es aquel que se encarga de la gestión del arbolado ornamental y del arbolado urbano. Imagínate una ciudad sin árboles.... Deberíamos darle mucha más importancia de la que solemos otorgarle», señala Daniel. Esa figura, o ese objetivo, es por la que ha ido a Alemania. Allí aprende, en primera persona, como los árboles de una ciudad deben cuidarse desde su plantación y hasta la elección de la semilla. «No podemos comprar un árbol y plantarlo en cualquier lado. ¿Es bonito? Lo ponemos. Pero... no debería ser así. Aquí en Alemania lo saben bien».

Su pasión por el bosque y la naturaleza aumentó en la escuela de Lourizán, en la que trató de aprender todo lo que pudo sobre estos seres. «En Lourizán me di cuenta de que un árbol no es solo un ser vivo, sino que es un auténtico ecosistema como tal. Tiene sus propias especies de hongos, líquenes y animales viviendo sobre él, en simbiosis. En la actualidad, no pocos comienzan a verlos como ese ecosistema completo que son», explica el pontevedrés para tratar de mostrar como la arboricultura a ido evolucionando en los últimos años y ha llamado la atención de ayuntamientos y países.

Daniel índica que todo árbol tiene un equilibrio y es interesante buscar y mantener esa balanza que aporta beneficios al entorno, tanto urbano como natural. «Aquí en España se está mejorando mucho en lo que se refiere al cuidado de espacios verdes. No voy a mentir, es así. Pero aquí, en Alemania, esta es una profesión mucho más antigua, con mucho más recorrido. Yo trabajo con gente de 50 años, que lleva treinta ejerciendo de lo suyo». También la legislación es más concreta. En el país germano, nadie se puede subir a un árbol sin tener todo debidamente en regla. «En España aún estamos con lo de contratar al albañil con una grúa y que corte para adelante», ríe Dani. «Seguro que ese que contrata al albañil no va luego al mecánico, porque tiene alicates, y le dices que te saque una muela, ¿no?».

Aunque ahora sus prioridades tengan hojas y ramas, Dani no ha dejado de lado la escala de la roca, de la montaña. «El año pasado fui a Yosemite, en Estados Unidos, y fue un auténtico sueño. Fue una experiencia única con la que pude cumplir algo que tenía dentro y sentirme muy realizado», asiente. «Te das cuenta de que todos en la vida podemos hacer cualquier cosa simplemente si nos lo proponemos. ¿Cómo? Hay que prepararse, con calma, sin prisa, para luego sacarlas adelante».

En el parque nacional de Yosemite, Dani estuvo un mes. Situado en el estado de California, presume de ser uno de los parajes más bellos de nuestro planeta. «Es asombroso. Éramos nueve gallegos los que nos juntamos para escalar por allí. Fue algo genial, para el recuerdo, por supuesto».

En este entorno, Dani escaló El Capitán, una formación rocosa vertical de unos 900 metros. Un ascenso granítico que figura como un desafío imprescindible para cualquier amante de esta afición o deporte en el caso de algunos. «¿Un recuerdo? En la cima, al llegar, encontramos un árbol centenario, precioso, enorme. Era un enebro fantástico. Me llamó la atención. Tuve que dormir debajo de él», sonríe Dani, que entre árboles y montañas, se ha convertido en el Peter Parker de Ponte Caldelas.