Galicia recupera sus nombres

El 15 % de la población gallega lleva un apellido castellanizado, y el 4 % una forma híbrida

Insigne y sabia en el combate. Aldara. Que quiere ser libre. Fuco. Sacada de las flores. Antía. Famoso, glorioso. Roi. Maravillosa, gloria de Dios. Tegra. Y también Mencía, Brais, Sabela, Bieito, Minia, Cibrán, Uxía, Estevo. Todos prohibidos. Nombres con los que los gallegos no podían ser nombrados. Hubo un tiempo, no hace tanto tiempo, en que el que Tareixa, André, Neves y Lourenzo eran ilegales. No podían utilizarse. No se escribían. Pero se recordaban. Como los Martiz a los que rebautizaron Martínez en unas escrituras. O el Outeiro que se convirtió en Otero en un documento del siglo XVIII. Aunque lo que se escribe es lo que permanece, lo que intenta borrarse no siempre se desvanece. Y esos Martínez siguen siendo Martiz para sus vecinos. Y Otero sigue viviendo en la de los Outeiro.

No desaparece y a veces, regresa. Y en apenas veinte años, aparecen trescientas Anxelas. Y casi setecientos Breixos. Y hay 5.000 Antías y 3.000 Anxos. En la primera década del siglo XXI, los nombres propiamente gallegos son prácticamente el 13 % del total de Galicia. Con matices. «Nos masculinos sempre hai máis conservadorismo, porque os homes sempre están ligados á continuidade familiar». Lo explica la investigadora de la Universidade de Santiago Ana Boullón, especializada en antroponimia. Si el abuelo era Manuel, Manuel será el hijo y el nieto será Manuel.

No es algo exclusivo de Galicia. Ocurre en todas las culturas occidentales. «O que se traduce en Galicia é que nos nenos teñen máis proporción de nomes en castelán», explica Boullón, que ha publicado un estudio sobre los cambios antroponímicos en la comunidad. Menos Xoán y más Juan. Por tradición. Aunque ahora también hay Aldáns, Celtias, Artais y Lúas. La sociedad cambia, y con ella los nombres de quienes la componen. La renovación de la lista de nombres gallegos -alrededor de 400 en la primera década del siglo XXI- ha llegado de diferentes vías. Tras el proceso de recuperación de las formas tradicionales -Olalla, Baia, Tareixa, Amadeu, Xerome, Paio- que provienen mayoritariamente de nombres de santos de la tradición cristiana, llegó la posibilidad de usar hipocorísticos. Y empezaron a aparecer Maruxas, Xocas, Xonxas, Zaquieles y Catuxas.

Y después, llegó la creatividad. Y empezaron a usarse topónimos para nombrar a los nuevos gallegos. Y hoy hay Sálvoras, Aldáns, Arnoias, Xalos, Ézaros, Avias y Sarelas. De la mitología y de la historia se han recuperado nombres como Breogán y Brandán, así como Suevia, que es como Eduardo Pondal se refería a la patria de los suevos. Del autor del Himno sale también Zeltia -que remite al pasado celta que ha reivindicado como elemento diferenciador de Galicia desde el Rexurdimento- que después pasó a escribirse Celtia. Hoy hay más de cuatrocientas personas que llevan ese nombre. Y después, está todo lo demás. La naturaleza ha dejado Lúas, Estrelas, Chorimas y Arumes. Las emociones Ledicias y Abraios. El tiempo, Xiadas y Sarabias. 

Seijas no existe

¿Y los apellidos? La cosa cambia. El proceso de castellanización, que comenzó en el siglo XVI, funcionó. De manera desigual, porque algunos apellidos no cambiaron. Otros sí. Y Outeiro solo aparece unas doscientas veces frente a las más de 42.000 de Otero. Alrededor del 15 % de la población lleva un apellido castellanizado. Y aunque es verdad que puede que en algunos casos el apellido sea el de Castilla y puede haber Oteros de Salamanca o Zamora, «un 15 % é unha proporción altísima tendo en conta que Galicia é un país de tradición emigratoria». Así que si un 2 % de los apellidos son vascos y un 4 % catalanes, los castellanos deberían tener una proporción semejante. Y además «sería unha inmigración selectiva. Que pasa, só viñeron os Oteros?», se pregunta la investigadora de la Universidade de Santiago. El 15 % de la población lleva un apellido castellanizado. Y un 4 % lleva formas híbridas. Que ni son gallego ni son castellano. «Moitas destas formas híbridas son apelidos toponímicos que están castelanizados», como Goyanes o Teijeiro. ¿Y Seijas? «De Seixas non existe unha forma equivalente en castelán, pero se existira tería que ser Sejas. E non existe, é un apelido exclusivamente galego pero hibridizado».

«Castelanizarme o nome é moi habitual e teño que corrixir»

tamara montero

Xaquín y Faia nacieron en los 90, cuando ya se había iniciado la recuperación de nombres gallegos

La suya es la historia de todo un país. De cómo los nombres fueron desapareciendo, siendo borrados poco a poco de los documentos, sustituidos por su forma castellana. De cómo se prohibió que las niñas se llamasen Anxela y los niños Breixo. La suya es la historia de Galicia entera. De cómo fueron diluyéndose y las nuevas generaciones han ido recuperando lo que había permanecido enterrado, vivo solo en la memoria.

La historia de Galicia lleva en este caso los apellidos Bermello Corominas. Lleva los nombres de Xaquín, Xocas, y Faia. Nacieron en A Coruña cuando la recuperación de la antroponimia gallega era un hecho. Cuando nacían cada vez más Uxías y más Braises. El mayor llegó en 1996. «Puxéronme Xaquín porque era un nome que a meus pais lles gustaba para un fillo». Como alternativa, manejaban Bieito, «como o dos Bolechas». Tres años después, en 1999, nacía Faia. «Creo que o tiveron bastante claro, porque llo escoitaron a unha amiga á que tamén lle puxeran ese nome e era galego, era bonito e escoitábase pouco». 

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