Más de 220.000 jóvenes emigraron a otro país de la UE en cinco años

Gabriel Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

España recibirá 1.890 millones para tratar de recolocar a 880.000 parados

19 may 2014 . Actualizado a las 12:02 h.

En Europa se habla con insistencia de una generación perdida. Esa que salió de las facultades cuando la crisis ya se había asomado el morro y que se dio de bruces contra un mercado laboral que no solo no les facilitaba la entrada sino que expulsaba a aquellos de su generación que ya habían encontrado empleo. Y es que, como el ajuste de plantillas empezó por los trabajadores temporales, los jóvenes fueron los primeros en recibir el finiquito. Lo demuestra un dato. Solo entre marzo del 2008 y el mismo mes del año siguiente, 400.000 jóvenes de entre 16 y 24 años perdieron su empleo. Un 30 % del total, cuando solo suponían un 9 % del total de los ocupados.

En seis años, ya son 1,1 millones los empleos perdidos en este colectivo, lo que se ha traducido en un incremento exponencial del paro, que ha crecido un 76 % en el mismo período. Actualmente, según la última encuesta de población activa, son 881.400 los menores de 24 años que buscan sin éxito una oportunidad de trabajo.

Pero aunque el español es el caso más sangrante de la toda la Unión Europea -con un tasa de paro juvenil del 53,9 %, solo es superada por Grecia, con un 56,8 %-, dos de cada diez jóvenes de la UE se encuentran actualmente en paro, lo que llevó a los líderes comunitarios a aprobar un plan de garantía juvenil, cuyo objetivo es asegurar que todos los menores de 25 años reciban una buena oferta de empleo, educación continua, formación de aprendiz o accedan a un período de prácticas en un plazo de cuatro meses tras finalizar sus estudios o quedarse en paro.

Aunque el coste estimado para el establecimiento de este sistema en todos los países de la UE ronda los 21.000 millones de euros, según los cálculos de la Organización Internacional del Trabajo, la UE solo cargará con parte de esa factura. En principio, aportará 6.000 millones, de los que España recibirá 1.887 entre este año y el que viene.

Fuga de talento

Fondos que, además de frenar la sangría del desempleo, deberían servir también para evitar la fuga de talento. Y es que la emigración de jóvenes se ha acelerado al mismo ritmo al que crecía el número de parados. En solo cinco años, entre el 2008 y el 2012, han dejado España casi 572.000 personas entre 15 y 29 años, según los datos del INE (que no reflejan todo el alcance del fenómeno, puesto que solo contabiliza aquellos casos en que se modifica el padrón). De ellos, 220.500 (casi cuatro de cada diez) eligieron como destino otro país de la UE. El primer destino, con carácter general, es Rumanía, ya que son legión los inmigrantes que, ante el deterioro de la economía española, optan por volver a sus países de origen. Pero si se filtra por nacionalidades, los destinos estrella para los españoles siguen siendo, por este orden, Reino Unido, Alemania y Francia, donde identifican el mayor nicho de empleo del continente.

Tal es la avalancha de españoles hacia el exterior, que el Gobierno de Merkel se ha visto obligado a cancelar un programa para atraer a jóvenes desempleados de toda Europa, a los que se les ofrecía una plaza en el alabado sistema germano de formación dual o una vacante para mano de obra cualificada. Contaban con 48 millones de euros para atender 10.000 solicitudes y en solo tres meses llegaron 9.900 desde España.

La factura de los ninis

Pero hay otra factura que preocupa todavía más que la del desempleo juvenil. La de los ninis, los jóvenes que ni estudian ni trabajan, más de 1,1 millones en el primer trimestre de este año, que le cuestan a España más de 15.735 millones al año, el equivalente al 1,5 % del PIB, principalmente por la pérdida de capital humano.

Para rebajar ese coste, que ha crecido casi un tercio desde el inicio de la crisis (era de 10.794 millones en el 2008), desde el Ministerio de Empleo han avanzado que los menores de 25 años que ni estudian ni trabajan podrán beneficiarse también del plan de garantía juvenil para acceder a un itinerario formativo o a una oferta de empleo.

Y, pese a este escenario, los jóvenes españoles no se imaginan una España fuera de Europa, entre otras cosas porque no la han conocido así. Veintiocho años después de la adhesión, en la última encuesta de Sondaxe, el 65,9 % de los gallegos menores de 34 años mostraban aún su confianza en la UE, trece puntos más que la tasa de apoyo entre los mayores de 55.

Un sentimiento europeísta que Bruselas se ha encargado de estimular con uno de los programas comunitarios más sonados, el Erasmus, que fomenta el intercambio de estudiantes universitarios entre los distintos Estados miembros y que, más allá de las oportunidades de formación, ha permitido experimentar a varias generaciones los beneficios de la construcción europea.

En 25 años, casi 400.000 universitarios españoles se han acogido a una iniciativa cofinanciada entre la Comisión Europea y los países miembros, a la que solo en España se le dedican más de 150 millones al año.